Encerrada en mi habitación pensaba en la conversación que tuve con mi novio la noche anterior .
- ¿Realmente era buena idea casarnos?--- pregunté para mi misma. No lo sabía, lo que sí me tenía convencida era que nos queríamos con locura porque en la intimidad nos volvíamos uno en todos los sentidos. Di la vuelta en mi cama viendo el techo de mi habitación. Era el día de mi boda, el día más importante de mi vida. Con dudas y preguntas sin respuesta , me levanté y fui a la cocina a desayunar. Encontré a mi familia sentada en silencio. Mi padre tenía la cara triste pero los ojos brillaban con satisfacción,una satisfacción que me daba ánimo. Mi madre sin embargo, me miró a los ojos para después volver a su taza de café. El color de sus ojos era indescriptible, nunca había visto eso en ella. - Buenos días--- resoplé.---Buenos días mi vida--- besé la cabeza de mi hermana que no decía nada. - Hola Isa. ¿Cómo has dormido? Hoy te casas y vas a vivir con Felipe--- dijo sonriendo. Del silencio aterrador a una serie de preguntas a las que no tenía tiempo de contestar. - ¿Dónde vas de luna de miel?--- siguió mi niña. Eché café en mi taza y me senté al lado de ella.--- ¿Tienes algo viejo para llevar hoy? Mi madre me dijo que tienes que guardar algo viejo, ¿a qué sí mamá? ¿A qué tiene que llevar algo viejo además de una cosa azul escondida por ahí? Reí. -¿Pero de dónde sabes tantas cosas?--- acaricié su cabecita. ¿No eres muy pequeña para saber todo esto?---rió muy traviesa mientras yo eché un vistazo fugitivo a mis padres. Cada uno iba sumergido en sus pensamientos mirando su taza de café. ******* La iglesia estaba repleta de gente tanto conocida como desconocida. Mis amigos y vecinos estaban en las primeras filas entre los miembros de nuestra familia. Desde la habitación donde los estilistas me daban los últimos retoques, veía a Felipe acompañado por David, su caballero de honor y mejor amigo. Tan guapo , tan perfecto, me esperaba con las manos cruzadas en su caderas mirando a los presentes. La sonrisa que dibujaba su rostro se ensanchó cuando David le susurró algo al oído, mostrando su perfecta dentadura. De golpe borró su alegria y vigilando su mirada vi, ni más más ni más menos que a Nicole. Las ganas de convertirme en su esposa se hicieron más grandes que nunca, y dándome la vuelta, caminé hacia la puerta con cierta duda: ¿está bien casarme con el? - Isa ¿qué pasa?---una Daniela feliz me miraba sorprendida. - Nada---resoplé con pesar---ya quiero casarme, sabes que no me gusta multitud de gente---lo dije no muy convencida. Me sentía agobiada, me faltaba el aíre. Puse mi mano derecha en el pecho, como acariciando el corazón, paseándola por encima de mi vestido blanco. - No que has visto algo que no te gusta ¿ verdad?---se encaminó hacia la ventana y me miró riendo.--- ¡huy,los celos! si no los dejas a un lado , te van a dar mucho dolor de cabeza. Felipe te quiere y te lo ha demostrado en mil maneras. Se casa contigo ¿ verdad? - ¿Y cómo sé yo que no lo hace por nuestros padres? Puede que nuestras familias tengan un acuerdo para unirse a través de nuestro matrimonio. Todo me indica que sea eso. Pensé en esto por mucho tiempo Dani, y siempre llegué a la misma conclusión. Apareció en mi vida cuando eramos unos mocosos, me conquistó para luego desaparecer y volver después de todos esos años en los que no pude olvidarlo ni por un instante---sentía las lagrimas al borde de las pestañas. Las tragué como pude y me puse de pie en el momento en el que la puerta se abrió. Mi padre, mi único héroe se veía tan guapo, me moría de amor. El traje le quedaba fenomenal, el color azul marino ha sido siempre su color favorito, y el mío. El cabello caía cubriendo su frente y la mirada que me echó era de lo más amoroso que vi en el. - ¿ Estás preparada mi vida? ---tendió su brazo y lo tomé con toda la seguridad que mi ser podía aguantar. Daniela salió para unirse con su caballero de honor, ya que ella era mi dama. El camino hacia el altar se hizo muy corto, por mi cabeza pasaban imágenes y pensamientos que nunca creí tener, y ni cuenta me di cuando sentí el perfume del que iba a convertirse en mi marido. Mi niña llevaba mi largo velo y el hijo de unos vecinos, muy amigos de mi madre, la acompañaba con los anillos. Iban los dos tan guapos, ella llevaba un vestido de encaje azul marino combinado con blanco y el nene vestía su trajecito azul claro, camisa blanca y pajarita de los dos colores y dibujos en azul marino. - Te entrego el tesoro más grande que un padre puede tener y espero que la trates con respeto y amor, así como yo lo hice durante estos veinte años de su vida---mi padre a punto de llorar unió mis manos con las de Felipe. - Te doy mi palabra que la amaré y la respetaré como lo más grande que un hombre puede tener. La protegeré con mi vida si hace falta. Besó mi mano mientras mi progenitor se distanciaba para tomar asiento junto a mi madre que poco se me acercó durante los últimos preparativos. El cura hizo su trabajo de maravilla y entre risas por alguna anecdota, y juramentos de respeto y amor, ya eramos marido y mujer. Felipe me besó abrazándome como si su propia vida dependiera de eso. Sabía que me amaba , es más, ya era mi marido, uno que si hubiera sido por el, hubiera empezado la luna de miel en la misma iglesia. Una vez llegados a la sala, pétalos de flores y arroz volaron por encima de nosotros cubriéndonos que hasta en los bolsillos y en mi brasier teníamos algo. Nuestra boda fue de lo más discutido, comentado, mediatizado de la ciudad, pues mi madre quería demostrar a todo el mundo que eramos una gran familia unida en los mejores momentos. Entre lagrimas de alegría y no solamente nos despedimos de todos y volamos a la luna de miel. Regalo de mi suegro, el avión privado en el que iríamos a la isla, era propiedad de un amigo suyo. Al salir del gran salón, vi de reojo a la tal Nicole, a la que ya sentía como un grano en un sitio donde no llega el sol. Muy extraño, pero mi marido ni la miró. - ¿Al profesor de literatura lo invitaste tu , amor?---la pregunta de Felipe me cayó como un balde con agua fría. - ¿ De qué hablas?---le miré con cara de pocos amigos. -Por favor, no te hagas la tonta Isabel. El profe estaba ahí, sabes muy bien de que estoy hablando---me reprendió Felipe tomándome del brazo. Moví mi cuerpo para alejarme de el todo lo que fuera posible, pero el asiento de avión no me permitió mucho espacio. Ya estábamos peleando, que raro en nosotros. Me vio con disgusto. - Si tanto te molesta que el profe estuviera presente en mi boda, hablemos de la presencia de tu querida también, porque a ella te puedo asegurar que no la invité yo---las facciones de mi marido endurecieron y me miró con el ceño tan fruncido que los ojos estaban a punto de salir de sus órbitas. - Te juro que yo no lo hice Isabel, ella no es nadie para mi ya te lo dije tantas veces que me he cansado. Por favor---cambió el mal humor---vamos a disfrutar todo lo que podamos de nosotros. Me atrajo con fuerza hacia su cuerpo y besó mi frente insistiendo en el toque por largos segundos. Algo me escondía pero me iba a comportar mientras duraría lo bueno. - Tienes razón cariño, nos queremos ¿verdad?, y por eso no dejaremos que nadie destruya lo nuetros---le vi fijamente a los ojos, pero era el de siempre. - Yo te amo mi niña y no me cansaré de repetirlo. Te amo hasta el infinito y más allá---acarició mi mejilla con el dorso de su mano y con la otra me tomó por la nuca y me acercó a su boca. Respiró en mis labios mordiéndolos suavemente y de un movimiento rápido me vi encima de el. Nuestros besos se convirtieron en pura locura y si no fuera por los valores que nos inculcaron, nos entregamos uno al otro ahí mismo, antes del aterrizaje.