Laura siente una conexión especial en cuanto conoce a Salva, pero ambos temen que la profunda relación de amistad que existe entre ellos cambie y se centran en ser sólo amigos. Pero los sentimientos no son algo fácil de evitar. ¿Podrán lograrlo o terminará pasando algo entre ellos?
Leer más¿Nunca habéis tenido esa extraña conexión con alguien que acabáis de conocer? A mí me pasó una vez, y creo que jamás lo podré olvidar, a día de hoy sólo somos amigos, y ninguno de los dos está dispuesto a que sea nada más. Creo que, porque no queremos perder lo que tenemos ahora, por miedo a estropearlo, por temor a que todo cambie entre nosotros. Además, yo tengo pareja, eso lo hace todo un poco más simple, porque como amigos estamos bien, a pesar de que ambos sabemos que como pareja podríamos estar mejor.
Soy Laura, tengo 31 años, actualmente estoy desempleada, en busca del trabajo perfecto, con miles de dramas familiares y de cualquier otro tipo, y esta es mi vida, la cual, por supuesto, voy a contaros.
Cuando le vi por primera vez, a ese chico que me caló tan hondo que hizo que mi universo se detuviese, que mis ojos se encontrasen con los suyos y todo cobrase sentido. No os estoy hablando de mi novio, lo mío con él, esa chispa, se marchó hace mucho, y a día de hoy, creo que sólo estamos juntos por lo que tuvimos, y por el cariño que aún nos tenemos. Volviendo a ese chico que me detuvo el corazón, le vi por primera en una foto, pues mi hermana le tenía como amigo en común en F******k, y no dejaba de fantasear con semejante “Dios”.
No trabajaba, sólo hacía unas prácticas en una gestoría, justo después de terminar mis estudios, era administrativa, pero cómo os podéis imaginar no tenía trabajo. Quién tenga trabajo después de acabar sus estudios tiene todo un gran aplauso de mi parte, o por el contrario tiene un tremendo enchufe que se ve a kilómetros de distancia.
Dejando rencores aparte, y centrándonos de lleno en lo que nos interesa. Cómo os decía, hacía las prácticas en una empresa, era pequeña y acogedora, con dos mujeres maravillosas como jefas, que te hacían el trabajo mucho más ameno. Iba todos los días a trabajar con una enorme sonrisa y muchas ganas de superarme a mí misma. Mis jefas eran cercanas y se hacían querer en seguida, así que no me fue difícil hacerme a ellas.
Un día, después de un fin de semana intenso en el que por supuesto me marché al pueblo en donde vivía mi madre. Aquí haremos un inciso, una vez más. Mi madre vivía en un pueblo del sur, cerca de la playa, y yo me escapaba cada vez que podía para ir a visitarla. Amaba el mar, la naturaleza, perderme entre todo aquello y evadirme de la ciudad por unos días, y volver a casa con una gran sonrisa y una satisfacción plena después de aquella paz.
Pues, cómo os decía, un lunes, mis jefas estaban entusiasmadas, habían conocido al hijo de una de nuestras clientas más famosas, y habían quedado rendidas a sus pies, era todo un galán, de esos de película, un tío de estos que te quitan el infarto, con un cuerpo de escándalo y unos ojos que te hacían olvidar cualquier cosa. Pero ni siquiera le eché demasiada cuenta a la foto, me parecía un tío superficial, por como hablaban de él, de esos típicos chulos de m****a que quieren a una tía con un cuerpo 10 y una mentalidad -1. Yo, no era para nada ese tipo de tía.
Yo era simple, pero con un toque original, locaja y con ganas de meterme en líos para pasar un rato agradable junto a mis amigos, los cuales apenas veía por su ajetreada agenda en el trabajo y en su vida personal. Cítese eso de “te echas pareja y te pierdes”. Me gustaba reír, y hacer reír a los demás, hacer el ganso, para variar, y bailar, sobre todo bailar. Pero no, no hacía nada de eso desde que tenía pareja. ¿por qué? Os preguntaréis. La respuesta era sencilla, pero complicada de explicar, podía definirse en una sola palabra: Novio. Sí, así era, mi novio era un soso, pero se había convertido en un aburrido con el tiempo. Lo único que él hacía era dormir y trabajar, así que, ese era el principal problema de nuestra relación, me aburría a horrores. Pero en lugar de dejarlo y encontrar a otro tío que me diese lo mío, allí seguía, día tras día, en una relación que comenzaba a agobiarme por momentos.
Volviendo al tema en cuestión. Ese bombón no se fijaría en mí ni borracho, así que era obvio, que yo tampoco iba a darle la menor importancia. No dejé que me afectara y seguí con mi vida.
Tengo que admitir que me metí en su F******k un par de veces, para admirar su esplendor desde mi propio teléfono y aprovechar para bichear un rato. Lo cierto es que fui tan sumamente torpe con aquella aplicación, que incluso le di a solicitar amistad sin darme cuenta, os lo juro, con el F******k soy un verdadero paquete. Pero no os creáis que me aceptó, ni nada por el estilo. Para mi suerte, pude darme cuenta un par de días después y aún no me había aceptado, por lo que supuse que no debía de entrar mucho a aquel F******k. Seguramente lo tendría sólo para trabajar de modelo. Y gracias a dios, cancelé la solicitud antes de que él la viese.
Mis jefas seguían hablando sobre él cada vez que se acordaban, y gracias a eso me enteré de mucho: era modelo en sus ratos libres, y lo tenía como hobby, pero en realidad, su verdadera vocación y profesión era otra bien diferente: ser policía. Solían decir también que siempre que hablaba contigo te miraba sólo a ti, y que, por supuesto no era el típico tío musculitos, era mucho más que eso. Pero ¿Qué ibas ellas a decir? Tenían que vender bien al hijo de su socia. Y además, no conseguía novia no porque fuese el típico chulito de turno, no, era porque no le gustaba el rollo de las chicas de su edad, todas eran igual de materialistas y superficiales. Ni siquiera tomé nada de eso en cuenta, tan sólo era puro marketing, y por supuesto inalcanzable para mí, ni siquiera soñaba con respirar el mismo aire que él, ni con conocerle en persona, para mí todo aquello no era más que pura imaginación.
Mis días en la empresa estaban próximos a su fin, así que era meramente imposible que me lo encontrase después, o que incluso hablásemos sobre algo. Él era inalcanzable para mí, y por supuesto yo, tenía novio.
Pero un día… (No lo conocí, pero sucedió algo interesante), vino a visitarnos una clienta muy importante, y la atendimos con toda nuestra dedicación, y por supuesto Mariló, una de mis jefas (la más hippie) comenzó a hablarle sobre él, le enseñó foto de su F******k, y le animó a que le agregase a F******k, incluso estaba dispuesta a darle su número de teléfono por si la chica, que visitaba Madrid dentro de poco, le avisase para que le enseñase la ciudad. Él estaba destinado a Madrid, trabajaba allí.
La chica estaba entusiasmadísima por la idea. ¡Por Dios! ¿Cómo no iba a estarlo? Estaba soltera, con un hijo a cargo, pero soltera, a fin de cuentas, y tenía la oportunidad de conocer a un dios del olimpo, por supuesto que aceptó su F******k, su número de teléfono y aceptaría hasta el matrimonio si se lo proponían.
Yo, como podéis sospechar, no estaba para nada contenta. Me molestaba, y no tenía ni idea de por qué. Al fin y al cabo, yo no tenía el más mínimo interés o posibilidad de estar con él, entonces ¿por qué me molestaba y deseaba que la chica se cayese de boca y se echase abajo la cara? Sí, lo sé, a veces me cuelo un poco en mis pensamientos, en realidad, soy más mala de lo que parece en mis pensamientos, yo misma me doy verdadero miedo, a veces.
Quería jalarle de los pelos y arrancarle los pelos de cuajo, uno por uno, y desde luego quería golpearla. Ella me iba a quitar a … ¡Laura! – chillé internamente, para hacerme entrar en razón – ese policía buenorro no es tuyo, tú ya tienes novio, recuérdalo, ¡vuelve en ti!
Los días pasaron, y las cosas con mi pareja iban de mal en peor, la convivencia estaba exterminando nuestra pareja, como quien echa cucal para acabar con las cucarachas. Solía pensar que era una persona muy dejada para las cosas del hogar, adoraba dormir por horas y no hacer absolutamente nada. Pero después de vivir con él, aprendí a madrugar, a tomar responsabilidad de las cosas, a preparar la comida, echar lavadoras y recoger la cocina. ¿él? Creo que aún piensa que vive con su madre, pues a veces, me siento como tal, tengo que estar recordándole las cosas que tiene que hacer constantemente, como si fuese su madre, y eso está acabando conmigo, hay veces que le odio tanto, que le veo y me entran ganas de echarle a patadas de casa. Hablar con él y decirle las cosas no sirve de nada, porque a los dos días vuelve a hacer lo mismo, que se basa completamente en “hacer lo que le da la gana”.
Por eso mi forma de enfrentar esta situación se ha convertido en algo tan pasota con el paso de los años. Hago como si no pasase nada, porque si no me volvería loca con la impotencia tan terrible que me entra. De momento todo va bien, pero sé que en algún momento de mi vida deberé coger al toro por los cuernos.
El penúltimo día de mis prácticas, parecía ser un día como otro cualquiera, con sus altas y sus bajas, con sus resúmenes y sus fotocopias, con sus idas y venidas al registro de propiedades, con sus paradas aburridas y el no parar cuando llegaban clientes. Pero no, aquel día fue diferente a cualquier otro.
Me encontraba haciendo un resumen de lo nuevo que había salido en la junta de Andalucía sobre las becas y otra información irrelevante para esta historia, absorta en mis pensamientos, cuando mis jefas llegaron, con una sonrisa de oreja a oreja, seguidas por “Antonia” su socia, y su “famoso” hijo. Ni siquiera me percaté de ello, seguía con mi resumen y mis cosas, pero todo se fue a la m****a tan pronto como levanté la vista y me crucé con sus ojos.
¡Por el amor de Dios! Sus ojos eran tan penetrantes que casi parecían irreales, de un intenso color turquesa que casi parecían editados con Photoshop (sé de estas cosas), casi me tiró al suelo de la incredulidad tan grande que me embargó en aquel momento, y me sentía literalmente en otro planeta, por un momento, fue como si mi universo se detuviese y sólo existiese el mar-turquesa de sus ojos.
Él se acercó a mí, a cada paso que daba me sentía más y más pequeña. Por supuesto me puse en pié y me quedé a la espera de que llegase a mí, para luego sentir su mano sobre mi cintura al darme esos dos besos que se sintieron tan dulces y delicados. ¡Por Dios! Me faltaba el aire y apenas tenía saliva que tragar.
Agarró los papeles y se marchó a la mesa de reuniones, junto a mis jefas y su madre, mientras yo los observaba desde mi escritorio, incapaz de concentrarme en mi trabajo, mirándole de reojo, hacia la mesa que se hallaba a no más de tres metros de mí.
No dejé de beber agua como una condenada, en toda aquella reunión, estaba acalorada y tenía la boca realmente seca.
¡Por el amor de Dios! ¡Iba a darme un patatús si aquel hombre seguía allí mucho tiempo más!
Me acerqué a la fotocopiadora y esperé pacientemente a que esta me hiciese las copias, al mismo tiempo que él se levantaba de la mesa de reuniones, parecían haber terminado, y se acercaba a mí. Por poco no vuelve a darme un ataque al sentir su mirada sobre la mía, de nuevo.
Su intensa mirada sobre mí a la hora de hablarme me estaba poniendo realmente incómoda, así que le miré, dispuesta a decirle que por favor no fuese tan directo, pero perdí el interés de decirle nada tan pronto como nuestras miradas se cruzaron, y volvió a hacerme sentir en otro nivel, en otro universo.
Él se marchó a penas unos cinco minutos después, pues tenía prisa, y tan sólo se despidió de mí con un leve adiós, antes de desaparecer por la puerta. Y ahí quedó mi gozo en un pozo.
¿Creíais que nuestro primer encuentro sería estelar? Si lo hubiese sido no sería real, sería más fantasía que otra cosa, y en este momento, he decidido centrarme en lo que realmente sucedió ese día.
Tumbada en la cama, con el apoyado sobre su brazo, mirando hacia mí, pensando en lo que ababa de suceder entre ambos. Era justo así, como me encontraba. Deberíamos irnos a vivir juntos – comenzó él, provocando que ladease la cabeza, para mirarle – tu y yo. ¿Y qué pasa con Sonia y Alfonso? Me da igual Sonia y Alfonso. Se supone que hay algo entre vosotros, ¿cómo va a darte igual? Es una locura ¿no? – preguntó, mientras me acariciaba los pechos desnudos – pensar en un futuro contigo. Ya hemos hablado sobre ello, Salva – me quejé – hemos dejado claro que no podemos ser amigos. ¿y otra cosa? – preguntó, mientras bajaba su mano por mi abdomen, deteniéndose en mi vientre - ¿tampoco podemos ser otra cosa?
Las cosas iban geniales en el trabajo, pues Borja cada día confiaba más en mí, cada día lucía menos borde y más simpático, estaba empezando a olvidar que era un cabrón, incluso me caía bien en aquellos días, quizás fuese que empezaba a conocerlo mejor, o no sé… pero lo cierto es que ya no me parecía tan capullo.Mi brazo ya estaba curado del todo, y gracias al cielo no había dejado cicatriz.Salva me hablaba cada día, y yo me alegraba de saber que estaba mejor, pero no le preguntaba mucho más, vivía mejor en la ignorancia.Aquella mañana, ordenaba los documentos en una pila, en mi escritorio, por orden de entrada, cuando escuché a mi jefe, furioso, en su despacho, tirándolo todo al suelo, mientras maldecía.Me levanté, con rapidez, tan pronto como el abrió la puerta y repar&oa
Me sentía fuera de lugar en aquella lujosa fiesta, aunque fuese para recolectar fondos, la gente no lucía en lo absoluto común, al contrario, lucían despampanantes vestidos, que no se parecían en lo absoluto al que llevaba yo, simple y sin gracia. Atravesé la estancia, algo decaída, estar allí, en aquellas circunstancias tan sólo me hacía sentir un poco peor. No encajaba en aquel lugar en lo absoluto, y estaba allí sola, no había nadie a quien conociese, y sabía que Manu no asistiría aquella vez, pues tenía asuntos una reunión a primera hora de la mañana, en Londres. Recorrí aquel enorme salón, dónde se visualizaba un enorme salón repleto de sillas, donde la mayoría ya estaba sentado, esperando expectante que comenzase la subasta, se esperaba recaudar más de cien millones de euros. Seguí caminando, por el largo pasillo, hasta que mis ojos toparon con la persona que menos había esperado encontrarme en aquel lugar, sobre todo porque él no solía a
La vuelta al trabajo fue como un soplo de aire fresco para mí, pues me ayudó a olvidarme sobre aquel tema que me atormentaba por toda aquella larga semana, ese tema del que os hablo es Salva. Era fácil volcar mis frustraciones en el trabajo, alejar aquellos sentimientos de mí por unas horas, actuar como su mejor amiga, hacer como si nada hubiese pasado entre nosotros. Borja estaba especialmente simpático, cosa totalmente extraña, pero para mi sorpresa, no me gritó ni una sola vez, y eso era raro en él. Aunque su carácter seguía siendo tosco, él era así, así que ni siquiera me lo tomé como algo fuera de lo normal. Aquella noche, desperté de una pesadilla sola, en mi habitación, sintiendo su olor en mis fosas nasales, como si nunca se hubiese marchado, como si él aún fuese mi compañero de piso, como si lo que sintiese por él sólo fuese amistad. Mis lágrimas salieron y mi llanto también, tan pronto como me di cuenta de que era lo que me es
No sé cómo, pero me dejé arrastrar por Marta. Estábamos en un bar, lejos de casa, cerca de dónde vivía con anterioridad. Marta fue a pedir unas copas, mientras yo bailaba lejos de la pista, pues no quería que nadie me rozase en la herida. Y entonces sucedió, aquel olor invadió mis fosas nasales, y supe en ese justo instante a quién pertenecía. Me giré y entonces le encontré de frente, a escasos pasos de mí. Lo siento – me dijo, haciendo que levantase la mirada para observarle. Seguía siendo él, mi mejor amigo, él seguía allí dentro, a pesar de todo – me he pasado en el mensaje. ¿Por qué estás aquí? – pregunté, mientras él sonreía, al darse cuenta de que seguía siendo yo, siempre evitando una disculpa. Es mi cumpleaños, ¿recuerdas? – insistió, y entonces lo comprendí. Marta me había jugado una jugarreta. Voy a matar a Mart
Cogí cuatro taxis esa semana para ir a curarme la herida, y no le avisé a él ni una sola vez. No quería volver a hablar con él, no quería que me soltase algunas de sus insolencias, ya dolía demasiado aquella situación, no poder hablar con nadie de cómo me sentía, no poder apoyarme en nadie, aunque sospechaba que Marta se olía algo, ella sabía que algo había sucedido entre nosotros, que nos habíamos peleado, pues yo evitaba hablar de él todo el tiempo.El doctor me recetó una crema para que me la echase en casa, y ya no tuviese que ir al hospital tan seguido, sólo debía ir una vez a la semana para ir viendo el estado de la herida.Ni siquiera hablábamos demasiado por WhatsApp él y yo. Cada vez que me preguntaba si estaba bien, si mi brazo estaba mejor, contestaba con un simple “Estoy bien”, hasta el punto,
Último capítulo