20 - Encerrada dentro de una coraza arañada.

Las cosas iban geniales en el trabajo, pues Borja cada día confiaba más en mí, cada día lucía menos borde y más simpático, estaba empezando a olvidar que era un cabrón, incluso me caía bien en aquellos días, quizás fuese que empezaba a conocerlo mejor, o no sé… pero lo cierto es que ya no me parecía tan capullo.

Mi brazo ya estaba curado del todo, y gracias al cielo no había dejado cicatriz.

Salva me hablaba cada día, y yo me alegraba de saber que estaba mejor, pero no le preguntaba mucho más, vivía mejor en la ignorancia.

Aquella mañana, ordenaba los documentos en una pila, en mi escritorio, por orden de entrada, cuando escuché a mi jefe, furioso, en su despacho, tirándolo todo al suelo, mientras maldecía.

Me levanté, con rapidez, tan pronto como el abrió la puerta y repar&oa

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