Capítulo 98Ella, sin embargo, permaneció despierta, mirando al techo. Los pensamientos volvieron inevitablemente hacia la dichosa asistente que nunca había visto, pero en la que creía firmemente que acompañaría a Alexander en ese viaje. La idea insistía en molestarla, apretándole el pecho.Suspiró, intentando relajar el cuerpo y calmar la mente, pero no era fácil. Más aún después de recordar una escena que prefería haber olvidado: cierta vez, pasando por el corredor, había oído a su suegro comentar sobre cuánta atención llamaba esa mujer. Recordaba vívidamente cómo doña Aurora, la suegra, no había reaccionado bien, dejando escapar un comentario ácido que denunciaba su desagrado.Se volteó de lado en la cama, cerró los ojos y respiró hondo, intentando alejar las imágenes y las voces de su memoria. Pero, en aquella noche, el sueño parecía no querer llegar.No imaginaba que sentiría celos de su marido por alguien de la empresa y, en realidad, era solo una empleada. Ni siquiera la secret
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