El funeral de Marcus duró siete días porque pasé seis intentando convencerme de que merecía llorar por el hombre que ayudé a matar.La colonia entera se había sumido en un duelo colectivo que trascendía las muertes individuales. Treinta y ocho desterrados habían perecido en esa explosión que ahora sabía no fue accidental, pero Marcus se había convertido en el símbolo de todos ellos. Su asociación conmigo, la embajadora que los había entregado, lo transformó en un mártir involuntario cuya imagen aparecía en cada pantalla pública, en cada conversación susurrada.Luna había convocado el funeral masivo con la pompa ceremonial que requería mi posición. Miles de colonos se congregaron en la plaza principal mientras las cámaras transmitían en vivo hacia la Tierra. Yo debía presidir la ceremonia, pronunci

El primer debate comenzó con Damián preguntando si yo recordaba cómo hacer el amor sin protocolos diplomáticos, y terminó con dos mil millones de personas preguntándose lo mismo.El estadio neutral había sido construido específicamente para esta ocasión: una estructura imposible de cristal y acero que se alzaba desde las llanuras de Kansas como una catedral dedicada a la controversia. Quinientas mil personas ocupaban los asientos dispuestos en círculos concéntricos, sus rostros vueltos hacia el centro donde dos podios se enfrentaban bajo luces que convertían cada gesto en espectáculo. Otros seis mil millones observaban desde pantallas alrededor del mundo, transformando nuestro enfrentamiento personal en el evento más visto de la historia humana.Yuki ocupaba el podio central como moderadora, técnicamente imparcial aunque todos sabíamos que su lealtad se incli

Con 48 horas para detener 30 ataques simultáneos en tres continentes, Damián y yo hicimos lo único sensato: convocamos a todos mis enemigos para pedirles ayuda.La transmisión global se activó a los treinta segundos de tomar la decisión. Mi rostro apareció en pantallas desde Tokio hasta Londres, desde São Paulo hasta Lagos, con Damián a mi lado proyectando una autoridad que contrastaba brutalmente con la humildad sin precedentes de nuestro mensaje.—Necesitamos su ayuda —dije sin preámbulos—. Los Puristas van a matar a millones de personas en menos de dos días, y no podemos detenerlos solos.La respuesta fue inmediata y reveladora. Sesenta por ciento de los contactados dijeron que sí sin dudar. Treinta por ciento pusieron condiciones. El diez por ciento restante rechazó categóricamente, y sus patrones de respuesta fueron tan uniformes que confirmar

Damián murió y resucitó tres veces en los últimos cincuenta minutos, y cada vez que su corazón se detenía yo sentía el eco fantasma del vínculo roto recordándome exactamente lo que había perdido.Lyssa se había convertido en una artista del sadismo. Sus dedos se movían con precisión quirúrgica mientras canalizaba energía curativa directamente al corazón de mi esposo, solo para permitir que el dolor se intensificara antes de volver a torturarlo. La magia fluía de sus palmas como hilos dorados, reparando órganos vitales mientras dejaba intactas las heridas que más dolían.—Quiero que esto dure —murmuró, con una sonrisa que habría hecho que su abuela original se sintiera orgullosa—. Cuarenta y cinco minutos más, según mis cálculos. Tiempo suficiente para que entienda exactamente lo