El nuevo refugio de Alejandro no era un penthouse, era más bien un departamento que aparentaba ser bastante común, pero el protocolo requerido y la increíble cantidad de cámaras de vigilancia e indiciaba que quizá era una residencia de alta seguridad. Incluso cuando Alejandro se estaba esforzando en mostrarme seguridad me sentía bastante encerrada.Apenas llegamos, Alejandro me hizo sentar en un sofá de cuero. La puerta se abrió y entró un hombre con la nariz aún hinchada y un ligero corte en la ceja. — Ámber, este es Marcus. Es la persona a la que le había encargado tu cuidado y protección. Él es el que falló en su trabajo.Marcus se enderezó, con el rostro de un soldado avergonzado.— Señorita Falcó, quiero suplicar sus disculpas por no poderla resguardar. Me tomé muchas libertades. Mi error fue imperdonable, y usted casi paga el precio con su vida. Lo siento mucho.Miré a Marcus con cierto pesar. Honestamente hasta hacia cinco minutos no tenía idea de que había un vigilante encarg

No quería ir.Honestamente, la idea de pasar tiempo en un espacio cerrado con Lucas me revolvía el estómago. Pero el incidente con sus padres en mi oficina había sido el punto de inflexión que necesitaba para cerrar el ciclo.Tuve que ir antes de que la familia de Lucas decidiera ir a la prensa con otra noticia amarillista sobre ''la malvada nuera que encarceló a su hijo''. Tenía que poner fin a la farsa antes de que los Mendieta mayores, con su cheque y su abogado de mala calidad, hicieran más daño a mi reputación.La prisión de máxima seguridad donde Lucas estaba detenido no era el antro sucio que la gente se imaginaba. Gracias la influencia de sus padres, supongo, Lucas no estaba en una celda común.El guardia me guió a través de un pasillo sorprendentemente limpio hasta una habitación que se parecía más a un estudio pequeño que a una celda. Había una cama de aspecto decente con sábanas limpias, un escritorio de metal y, lo más notable, un pequeño televisor de pantalla plana.Estab

Sus ojos se oscurecieron, casi negros. En un movimiento rápido, me levantó, girándome para que quedara de espaldas a él, apoyada contra su pecho. Una de sus manos se enlazó alrededor de mi garganta, no para ahogarme, sino para mantenerme en su lugar mientras la otra arrancaba mis bragas de un tirón. El aire frío rozó mi piel empapada un segundo antes de que sintiera la cabeza de su erección presionando contra mi entrada.— No hay vuelta atrás después de esto — murmuró contra mi oído, su voz un growl animal.— No la quiero — gemí, empujando mis caderas hacia atrás, tratando de tomarlo dentro —. Fóllame, Alejandro. Fóllame como si el mundo se acabara.Y lo hizo.Un empujón brutal, y él estaba dentro, llenándome de una vez, estirándome hasta el límite. Grité, el sonido ahogado por su mano en mi boca mientras me penetraba con un ritmo salvaje, sus caderas golpeando contra mi culo con cada embestida. La arena se pegaba a nuestros cuerpos sudorosos, el sonido de las olas mezclándose con el

♥Narrador tercera persona♥La mansión de los Falcó tenía mucha actividad. Con la gran fiesta de cumpleaños de Isabela a solo unos pocos días la señora Karla Falcó había desatado una legión de organizadores, decoradores y asistentes personales que revolvían cada rincón del vasto departamento, transformándolo en un salón de baile digno de la realeza.Isabela, sentada en su silla de ruedas, supervisaba el caos con una calma metódica. Su próximo objetivo era la antigua habitación de Ámber. Ámber se había mudado de la casa por lo cual la habitación principal, con sus ventanales de pared a pared y las mejores vistas de la ciudad, había permanecido inactiva, esperando el momento justo. Isabela había decidido que su cumpleaños era el momento justo para reclamarla.— Aquí, no. El biombo debe ir contra esa pared para aprovechar la luz — instruía Isabela a un par de obreros que movían un separador de ambientes. — Y quiero que el escritorio se coloque mirando hacia el sur. Necesito toda la luz na

♥Narrador♥Isabela Falcó estaba furiosa. Era una rabia hirviente alimentada por el doble golpe de la humillación pública y la amenaza de bancarrota social.La modista había terminado el primer ajuste del vestido, el diseño robado a Ámber. Era hermoso, sí, pero el color se sentía vacío y sin vida.Pero esa no era la mayor de sus preocupaciones, sin el cheque de Ámber, la orquesta de veinte músicos se había reducido a un cuarteto y el exquisito menú se había simplificado drásticamente. Isabela había pasado de ser la anfitriona de la “fiesta del año'' a la anfitriona de una “Gala de Caridad de Bajo Presupuesto”.Se retiró a su habitación, arrojando el iPad sobre la cama. Las redes sociales estaban inundadas con el hashtag de su nombre y la palabra “Fraude”. Ni siquiera su "genial diseño" del vestido podía salvarla de la vergüenza.En un arrebato de desesperación, marcó el número de Lucas. Él era su ancla, su válvula de escape, el único que no la juzgaba, afortunadamente le permitían tene