ELEONORA La luz de la vela parpadeó violentamente, aunque no soplaba ningún viento. Un momento, el ritual era perfecto: la energía corría a través de mí, el canto firme, la imagen de Dafne ardiendo en el cuenco de cristal frente a nosotras. Al siguiente momento, todo se hizo añicos.Una oleada de luz dorada estalló desde la superficie del espejo, lanzándome hacia atrás. El poder que había controlado con tanto cuidado se rebeló como una serpiente que muerde a su propia ama. Choqué contra el altar, el dolor floreciendo por mi columna. El vidrio se agrietó, el humo silbó, y olí algo punzante: carne quemada. La mía. Grité.Claudia tropezó a mi lado, sujetándose el brazo. —¿Qué… qué pasó? —jadeó.Rebeca, pálida y temblando, retrocedió del sigilo humeante dibujado en el suelo. —¡Ella… ella lo rompió, El! ¡Dafne rompió el hechizo!—¡Imposible! —sisée, presionando una mano temblorosa contra la runa sangrante grabada en mi palma—. ¡Ese vínculo debía haberse destruido! Usé la mag
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