(Jordán y Dafne – Puntos de vista entrelazados)
DAFNE
El sueño se había vuelto un extraño.
Cada vez que cerraba los ojos, lo veía: ese destello de oscuridad nadando en la mirada de Jordán como una serpiente oculta.
Él sonreía, me tocaba, me abrazaba como siempre… pero algo era distinto. El calor que antes calmaba mi corazón ahora llevaba un pulso que no era suyo.
A veces lo sorprendía mirando a la nada, los labios entreabiertos, como si escuchara a alguien susurrarle. Y por las noches, cuando creía que dormía, caminaba de un lado a otro, los puños cerrados y los ojos brillando tenuemente de rojo.
Entonces supe que aquello que había expulsado de él aquella noche no se había ido. Solo estaba esperando.
La voz de Atenea resonó en mi mente, firme pero tensa.
—Está luchando, Dafne. Pero la oscuridad conoce su debilidad: tú.
Tragué saliva. Yo.
El pecho me dolía. ¿Cómo peleas contra algo cuando el amor mismo puede ser el arma usada en tu contra?
Jordán entró en la habitación, el cabel