La noche continuó con calor, sudor y sexo.Las manos de Antonio no se separaron de mi cuerpo, su tacto cálido contra mi piel, y ansiaba más, más de la sensación que me alejaba del dolor, la confusión, el caos que era mi vida.Me sacó del club; el aire fresco de la noche me golpeó como una bofetada, pero ni siquiera eso fue suficiente para romper la niebla que se había instalado en mi mente. El brazo de Antonio me rodeaba la cintura, guiándome, sosteniéndome mientras caminábamos a trompicones hacia un coche que nos esperaba. No pregunté adónde íbamos, no me importaba. Solo sabía que necesitaba escapar, y él era el único que me lo ofrecía.El viaje fue borroso, las luces de la ciudad destellando mientras recorríamos las calles a toda velocidad. Me apoyé en él en el asiento trasero, con la cabeza apoyada en su hombro, mi cuerpo aún vibrando por el alcohol, por la emoción de la noche. Su mano se posó en mi muslo, un agarre posesivo que me provocó un escalofrío de anticipación.Cuando por
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