—¿Qué dices? —se sorprendió Sebastián por la pregunta de su hermano.—Siempre que has vuelto con Sarah jurándole amor eterno, la dejas a la semana, odiándola, repudiándola, tratándola como si fuera la escoria del planeta y…—No te metas, David.—Me meto, ¿sabes por qué?—No me interesa.—Te lo voy a decir de todas formas. Porque ella se crió con nosotros como nuestra hermana, querida y protegida, pero en cuanto pusiste tus ojos en ella, comenzaron los problemas, tus inseguridades, tus celos enfermizos, tus desconfianzas, fueron de mal en peor. Después del accidente…—No quiero oírte, David.—¡Me tendrás que escuchar, lo quieras o no!—Por favor, no peleen por mi culpa —rogó Sarah.—Esto es lo que consigues —reclamó
Leer más