VIXA NOBETA:A veces los dioses nos otorgan belleza sin igual a seres inferiores, como consideran a aquellos que no son como ellos. Y ese fue mi caso, Vixra Nobeta. Soy hija del Alfa de la manada Noches de Luna, admirada y querida por todos. Un día, mientras paseaba por el bosque, caí por un hueco que se abrió delante de mí en las profundidades; estaba muy lastimada.Ese día, el señor del inframundo había decidido subir a la tierra. Lo hacía cada cien años, o cuando quería, pues tenía tal habilidad. Sin embargo, esto, si lo repetía mucho, le robaba vitalidad, por lo que evitaba hacerlo. El escalofriante grito que solté al caer le llamó la atención y fue a ver de qué se trataba. Me encontró inconsciente y muy malherida. Me tomó y me llevó a un lugar oculto, entre su reino y el reino de los humanos. Cuidó de mí con esmero por un

EL SEÑOR DEL INFRAMUNDO: Después de comprobar los rumores y conversar con el príncipe a través de mi libro sagrado, supe que acababa de caer en las manos de quien era su doble en el mundo humano. Quizás era porque sospechaba que aún no estaba completamente seguro de quién era. Eso me detuvo de llevarlo a vivir conmigo; no sabía si aguantaría hacerlo en mi reino. Estudiaba concentrado en un método para verificar hasta dónde había heredado su poder y fortaleza, cuando vi cómo otra vez el libro se iluminaba. Leí lo que con premura escribía el príncipe; podía sentir que estaba asustado. Debía pensar muy bien qué aconsejarle. Entonces, saqué mi uña y le respondí, convencido de que era una solución que le daba la oportunidad de comprobar si lo que las profecías decían se cumpliría: si e

EL SEÑOR DEL INFRAMUNDO:Espero pacientemente en el interior de la tierra, en lo más profundo del inframundo. El centro de la hoguera eterna de pronto comienza a lanzar grandes llamaradas, como si se tratara de una celebración. Me quedo inmóvil, sin demostrar ningún sentimiento. Luego arrojo un puñado de polvo sobre ellas y dentro puedo distinguir lo que sucede en la habitación del príncipe vampiro Árnyék, sin mostrar ningún sentimiento. Apago el fuego y me retiro a mis aposentos. Me adentro en el pasaje secreto donde está el fuego perpetuo de los dioses. Tomo la apariencia de mi verdadero yo y comienzo a conjurar, hasta ver cómo las alas de vampiro del príncipe se convierten en semejantes a las mías. Sonrío satisfecho, al mismo tiempo que lanzo un conjuro de protección sobre él. No dejaré que nadie se entere ni le haga daño, m

Ardad sonrió con una calma perturbadora. Se levantó del asiento con fluidez y se acercó unos pasos, obligándome a retroceder hasta que la pared áspera de madera golpeó mi espalda.  —¿Por qué hiciste eso? —logré preguntar.  —Yo soy su mitad, pero él se niega a desposarme; necesitaba de ti para poder estar con él y engendrar un hijo poderoso —dijo sin ningún tipo de culpa—. Tomé tu apariencia mientras le hacía ver a Kenai que eras mi hermana en mi cuerpo. Así fue como ambas salimos embarazadas. ¿Que yo te encontré por simple accidente?  Mis piernas temblaron, pero mantuve mi postura, aunque sentía cómo mi cuerpo reclamaba rendirse ante todo aquello que parecía ser más una pesadilla que una realidad.  —¿Y la princesa Aloqua estuvo de acuerdo con eso? &mdas

Ella calló, y de nuevo sentí cómo su energía se movía dentro de mí, como un remolino que buscaba contenerse. Sabía que no era fácil para ella abrirse, pero mi curiosidad había cruzado un límite, porque cuando volvió a hablar, contenía nostalgia y dolor por su hijo y su Tua Cantante.  —Ardad debe haber hecho un conjuro para que el señor del inframundo no sienta a tu hijo —dije pensativa—. Entonces debemos encontrar la manera de dar con él, ¿pero cómo?  —Puedes ir tú y yo me quedaré dentro de tu hijo —sugirió la princesa.  Intenté procesar lo que me decía, pero sentí que me estaba empujando más al abismo de intrigas que parecía rodearlo todo últimamente.  —¿Y qué vas a hacer con eso? —pregunté sin entender s