Por unos instantes, la tensión pareció disiparse, dándonos un respiro. Aunque sabía que la tormenta no había terminado. Horacio seguía acechando, pero ahora estaba más decidida que nunca a enfrentar juntos lo que viniera. Porque si algo tenía claro, era que no pensaba soltarle la mano. Jamás.  —Entonces, amor, no vuelvas a sufrir solo —dije con dulzura—. ¿No te has fijado en lo calmada que he estado todo este tiempo, a pesar de los escándalos que no dejan de pasar? ¿Sabes por qué me siento así? Porque te tengo a mi lado. Sé que me cuidas a mí y a mis hijas. Y para mí, Robin, eso es lo único que tiene importancia. ¡Que nos amas más que a nada en este mundo! ¡Tu amor lo puedo sentir en todo tu cuerpo! ¡Todo tú me demuestra que me amas!  —¡Ema, mi Ema! ¡Dios, cómo te amo!

 Vuelve a escucharse el audio en toda la casa. Ambos miramos hacia arriba, porque parecía que el sonido salía de todos lados. —¿Qué está pasando? ¿Cómo se conectó mi teléfono con el audio? —pregunté mirando el aparato.— No lo sé Ema, es tu casa imaginaria —. Respondió Robin que se había calmado un poco. — Vamos a buscar el manual, dijeron que estaba en la segunda gaveta de la mesa de centro.“¡Llamada entrante de Renato para Robin!”Vuelve a decir el audio en toda la casa.  Nos quedamos mirándonos sin comprender a cabalidad lo que sucedía. Porque que la casa se conecte con mi teléfono lo entendemos, pero con el de Robin, va más allá de nuestra comprensión. —Si —habla Robin. —Hola señor, ya averiguamos lo que nos encarg&oac