POV ElaraApenas me estaba empezando a caer bien la invitada del palacio cuando anunciaron que Lady Amara ya debía irse. Era demasiado temprano cuando lady Mirenia me lo hizo saber. El sol apenas estaba a iluminar los jardines del palacio con un brillo suave, como si el mismo día quisiera despedirse de Lady Amara con honores.Los criados corrían de un lado a otro, asegurándose de que la comitiva visitante tuviera todo listo para el viaje de regreso a Velmort.La joven dama se preparaba con la serenidad propia de alguien acostumbrado a las formalidades, vestida con un traje de viaje color burdeos que resaltaba el brillo oscuro de su cabello.Actuaba tan natural, no se veía estresada, pero claro, ya está acostumbrada a que todo lo hagan por ella.Vi a la joven y bella Amara levantarse para salir a caminar, la veía desde el balcón. Su caminar tan suave, su manera de inclinarse hacia las flores para sentir su aroma. Es como si viviera siempre en una especie de fantasía.Me daba gusto mira

POV ElaraPodía descansar, podía respirar, me recosté en la cama para cerrar mis ojos, necesitaba solo un momento para…Escuché unos pasos y abrí mis ojos de golpe, me senté en la cama y miré hacia la puerta. Me asusté porque no eran los pasos tranquilos y controlados de los sirvientes ni los arrastrados de Lady Mirenia; eran firmes, urgentes.Tragué sonoramente y de la pada ¡PUM! la puerta se abrió de golpe. Leonard apareció en el umbral, me miraba con sus ojos de par en par. Llevaba el cabello algo despeinado, el ceño fruncido y los ojos encendidos por una mezcla de angustia y enojo.Como si hubiese corrido desde donde estaba hasta aquí.—¿Qué demonios fue eso? —exclamó sin siquiera saludarme.—¿Qué fue qué? —pregunté levantándome de la cama arqueando una ceja, aunque mi corazón dio un salto.Leonard cerró la puerta con fuerza, caminó hacia mí y, antes de que pudiera retroceder, me tomó de los brazos con firmeza.—¿Qué dijo mi padre? —susurró, mirándome directamente a los ojos—. ¿Qu

POV LeonardLa cena transcurría tranquila, al menos dentro de lo que podía llamarse tranquilidad en el palacio.Elara y yo comíamos en silencio, en mi presencia me acostumbré a verla comer a su antojo.Ella y yo apenas intercambiamos miradas ocasionales que evitaban cualquier tema espinoso. Después de lo ocurrido en la mañana, ambos parecíamos disfrutar del silencio como un lujo.El sonido de los cubiertos sobre la porcelana y el crepitar del fuego eran lo único que llenaba la estancia. La luz de las velas danzaba sobre su rostro, y por un segundo me permití observarla con calma.La única manera de verla “tranquila” era comiendo.Tenía esa serenidad inquietante que me confundía, parecía una niña ante el protocolo, pero sus ojos hablaban de una fortaleza que no comprendía.Me llevé la copa a los labios cuando escuché pasos fuera del comedor. No eran los de un sirviente. Eran firmes, arrastrando cierta autoridad.El guardia se apresuró a abrir la puerta, y la figura del rey apareció en

POV ElaraBajo la incertidumbre de la noche, bajo la espera de saber que el rey estaba muy mal. Sentí un poco la impresión de la noticia. Estar aquí, conocer un poco más a su majestad, me ha hecho cambiar mi percepción de él.Desde la aldea lo percibí como un hombre al que jamás le tendría empatía, pero creo que la tengo, y también la tengo por el príncipe. Esperé durante un largo rato en aquel corredor, fingiendo que observaba las antorchas mientras, en realidad, lo que hacía era esperar que él pasara.No lo diré en voz alta, pero verlo así, caminando de un lado a otro con el rostro desencajado, me provocó una extraña sensación. No me agrada, pero, pobre, sentí sus angustias. No era compasión, ni lástima. Tal vez empatía. La clase de empatía que uno siente al ver a alguien enfrentando algo que ya no puede cambiar.El aire estaba denso. En el ambiente flotaba ese silencio que deja la desgracia cuando apenas comienza a calmarse. El médico dijo que todo estaba bien, y todos parecían

POV LeonardEl día terminaba con un cielo grisáceo, como si el reino entero respirara con cautela tras el largo día del reino.Me sentía más aliviado, pues mi padre descansaba. El médico me aseguró que su estado era estable, aunque debía evitar tensiones.No solo mi mente estaba tranquila, sino que mi corazón también lo estaba. Aquella plática me quitó un peso de la consciencia, pero al tiempo, me daba más culpa, porque no quería que, por nada del mundo, supiera lo que había pasado con Elara y el plan macabro que hay detrás de la boda real.Si mi padre se entera quien es ella, le ocasionaré la muerte.Era irónico. Justamente eso, tensiones, es lo único que parece abundar en este castillo.Pasé la tarde en la galería norte, fingiendo revisar informes y entrenar con Valentín, pero mi mente no se concentraba.No podía borrar de la cabeza las palabras que le dije… ni las que él me dijo. A veces olvido que el hombre al que llamo “su majestad” también es mi padre.Caminé sin rumbo, buscando