POV LeonardEl camino se me hace más largo, cada vez la distancia era más.Suspiraba sintiendo mi espalda entumecida, miraba a un lado de mí y veía a la joven aldeana… Jamás pensé que mi noche terminaría de esta manera.Me dormí un rato, pero unos huecos en el camino me hicieron despertar. Apenas había cerrado los ojos y la vida me devolvió a la realidad. Había aceptado a aquella joven para librarme de un destino peor, eso me lo repetía una y otra vez, pero en cuanto abrí los ojos y la vi allí, acurrucada contra la puerta con la mirada perdida, me pregunté si realmente había tomado la mejor decisión.¿Qué estoy haciendo?—Alteza, ¿no ha podido descansar?Negué con mi cabeza.Elara, así la llamó su madre cuando la entregó como si fuese una oveja en el mercado. Un espectáculo humillante, indigno de la más baja casta, y, aun así, esa escena terminó por atarme a ella.—¿Cuánto falta por llegar? —pregunté sabiendo que mucho.—Un par de días, señor.Deslicé mis manos por mi rostro, pero sab

POV LeonardCaminé con pasos firmes, acompañado de dos guardias que mantenían el porte rígido, y Valentín a mi lado, con su expresión de siempre, un equilibrio perfecto entre resignación y prudencia. Pero no tenía alternativas, ya estábamos juntos en esto.—¿Está seguro de esto, alteza? —susurró el secretario.—Más seguro que nunca. Ella debe entender cuál será su papel, o todo esto se vendrá abajo antes de empezar.Le hice una señal al guardia que cuida su puerta, este abrió la puerta con un chirrido y un olor a encierro se mezcló con el aire.Allí estaba Elara. Sentada en el borde de la cama, descalza, con el cabello despeinado cayendo en ondas sobre su rostro, y esa mirada insolente que parecía desafiar hasta las paredes.—Debe mantener la calma, alteza —susurró el secretario.Asentí, no iba a discutir… a menos que ella me provocara.La mujer al verme entrar, se levantó de golpe.—Déjeme salir de aquí, ¿Por qué me tienen como prisionera?Levanté mi mano para que no hablara más, per

POV ElaraNo era cómodo para mí, nada de esto, este lugar, la ropa… estar frente a esta mujer que me mira como si analizara hasta mis pensamientos.—Tienes mucho que aprender, niña. Y yo tengo paciencia.Veremos quién cede primero —fue lo que pensé.Crecer en una aldea no me hace menos, pero si diferente. Somos educadas no como unas damas de la nobleza, educadas para pintar, bordar, hacer actividades bonitas y delicadas; sino como mujeres, mujeres del campo… me enseñan a retorcerle el pescuezo a las gallinas, a recoger leña. Somos diferentes, aunque parece que, ante los ojos del príncipe, soy una especie de bestia.Quise gritar, rebelarme, arrancarme el vestido y huir. Pero algo en su mirada me detuvo. Esa mujer no era un simple peón. Era un arma. Y ahora estaba destinada a vigilarme.—Elara, ese es su nombre ¿verdad?—Sí.—Bien, pediré que traigan su comida antes de empezar.Ya solo quedábamos ella y yo en esa habitación.—No tengo hambre —dije con rudeza.Las tripas me rugieron ento

POV ElaraMi sueño no será el mismo, mi privacidad ahora no existe. Se empezará a convertir en algo normal que sea sacada de mi cama por varias mujeres para ser bañada, como si se tratara de un ser inútil que no puede tomar un baño por sí solo.Era peinada, vestida, solo faltaba ser alimentada también.Estaba en mi cama, con mis ojos medio cerrados, con poco aire por el apretado corsé, mirando débilmente como el sol apenas asomaba tímidamente.Me sentía cansada, quería dormir un poco más, pero escuché el chirrido de la puerta. Pensé que sería una de estas doncellas, pero no… Era ella; alta, de andar firme, con un vestido verde profundo que caía como una cascada a su alrededor. Su porte era tan altivo que casi parecía flotar por los aires.—Buenos días, Lady Elara —dijo con una voz serena, aunque impregnada de autoridad.—¿Lady?—A partir de hoy, será llamada de esa manera, Lady Elara —repite.—Mirenia no pueden llamarme por un…—Soy lady Mirenia, no puede llamarme de manera diferente.

POV LeonardNo pude dormir, luego de escuchar a la dama de compañía, mis nervios aumentaron. Será un desastre, un caos completo.Desde que salí al reino esa mañana siguiente, el castillo entero parecía un enjambre de abejas agitadas. Desde muy temprano, los pasillos resonaban con el arrastre de cofres, el golpeteo de cubiertos de plata contra mesas de banquete y las voces nerviosas de sirvientes que corrían de un lado a otro.El rumor de la dama elegida ya había sobrepasado todos los muros dentro y fuera del reino y eso había encendido una chispa de ansiedad que se expandía por todos los rincones de Dalmora.Yo, sin embargo, no podía dejar de sentir un nudo en el estómago.Me hallaba en la galería alta, mirando hacia el gran salón donde los criados tendían manteles bordados, colocaban flores en jarrones y pulían hasta el cansancio los candelabros queriendo sacar un brillo reluciente.Todo debía lucir perfecto, impecable, digno de la grandeza de la corte para la llegada de la “dama nob