Capítulo 102Silas pasa la mano por el lienzo a medio terminar, observando los tonos suaves que Nora ha usado. La galería está casi lista, pero aún falta mucho por organizar. Se gira hacia Ciro, que revisa una lista interminable en su tablet.—Necesitamos definir la iluminación para las piezas principales —dice Silas, con esa voz calmada que usa cuando está concentrado.—Ya tengo a los técnicos listos, pero deberías decidir si quieres que destaquemos las esculturas o los retratos primero —responde Ciro, levantando la vista—. Tu esposa tiene talento, Silas. Lo digo en serio. Es… diferente.—Lo sé —responde con una leve sonrisa—. Pero quiero que todo salga perfecto. Ella no confía aún en su propio talento, y quiero que vea lo que todos vemos cuando observamos su trabajo.Ciro asiente, moviendo los dedos sobre la pantalla para hacer anotaciones.—La prensa ya confirmó. También vendrán algunos críticos de arte y varios coleccionistas. No te imaginas lo complicado que fue conseguir es

Capítulo 104La noche de la exposición transcurre bajo un aire elegante y expectante. Los invitados van llegando poco a poco, entre copas de champaña y risas discretas. El lugar está colmado de luz tenue, con reflejos dorados que rebotan en las esculturas y cuadros cuidadosamente dispuestos. Todo ha salido según lo planeado: Silas se ha encargado de cada detalle y ahora, aunque intenta parecer relajado, no aparta la mirada de su esposa.Nora está junto a él, con el vestido rojo que le resalta la piel como porcelana, los labios de tono coral y ese aire sereno que, sin proponérselo, atrae todas las miradas. Silas la observa sin disimulo, atento a cada movimiento. Le gusta verla entre la gente, pero más le gusta notar cómo los hombres bajan la mirada en cuanto él la toma de la cintura mirando a todos como si quisiera sacarle los ojos.—Pareces disfrutar esto más de lo que admites —le susurra Ciro mientras se le acerca con una copa—. Deberías relajarte un poco, jefe. Todos quieren hablar

Capítulo 106El evento llega a su punto más alto. La música de fondo es suave, los invitados se dispersan por la galería admirando las esculturas y los lienzos de Nora. Los camareros pasan con bandejas de copas llenas de champaña y vino tinto; las luces cálidas reflejan los tonos rojizos del vestido de ella, haciendo que su figura resalte incluso entre la multitud.Silas conversa con un grupo de empresarios que insisten en asociarse con él. Su tono es cortés, aunque su atención está dividida: no deja de seguir con la mirada a su esposa, que habla con Andy y un pequeño grupo de admiradores frente a una de sus obras. Cada cierto tiempo, alguien se acerca a elogiarla, a pedirle una foto o a preguntar por sus técnicas. Nora, con su calma habitual, contesta con humildad, sin alardes, agradeciendo cada palabra.—Tu esposa se ha robado el evento —le dice uno de los magnates a Silas, riendo con aprobación—. Y no solo por su talento.—Eso ya lo sabía antes de traerla aquí —responde Silas con u

Capítulo 108El muelle está casi vacío.El sonido del mar golpeando suavemente contra las rocas acompaña el ruido metálico de los cables que se mueven con el viento. Las farolas iluminan apenas los contornos oxidados de los barcos anclados, y el olor a sal y combustible se mezcla en el aire.Porfirio Redstone espera con las manos en los bolsillos, mirando alrededor con impaciencia. Su respiración se condensa en el aire húmedo. No debería estar allí. No a esa hora. No después de todo lo que ha pasado.Unos pasos se acercan detrás de él.El sonido de botas sobre madera.Porfirio se da la vuelta de golpe, tenso.El hombre que se aproxima viste una chaqueta con capucha negra. La levanta apenas, dejando ver un destello amarillo en los dientes al sonreír. Esa sonrisa torcida y siniestra lo hace retroceder un paso.—Tranquilo, don Porfirio —dice el desconocido con voz ronca y risita burlona—. Si sigue mirando así, va a parecer que es usted el culpable de algo.Porfirio no sabía que el hombre

Capítulo 110La mañana se levanta tranquila, con ese aire fresco que anuncia que el invierno se acerca. Nora despierta temprano, antes de que Silas salga a la oficina, y lo observa mientras se ajusta los puños de la camisa. Le encanta verlo así: concentrado, sereno, con esa elegancia natural que no necesita esfuerzo.—¿Vas a trabajar hasta tarde? —pregunta ella desde la cama, con una sonrisa suave.Silas la mira por encima del hombro y se acerca para besarle la frente, aun se le veían las marcas rojas de la pasión de anoche, su cabello negro desordenado, y la sabana tapando lo justo lo que solo hacía que Silas quisiera volver a la cama.—Depende de cómo vaya el día. Pero te prometo que estaré en casa para cenar.—Entonces prepararé algo especial —responde Nora, ilusionada—. Te debo una cena decente desde hace días.Él sonríe apenas, de ese modo que siempre la deja sin aliento.—No tienes que hacerlo.—Quiero hacerlo —insiste ella, con dulzura.Silas le acaricia el mentón, le deja un b