C82-ACÓNITO.El caos se desató en segundos, y Anya seguía en brazos de Rowan. Selene retrocedió unos pasos, con los ojos desorbitados.—¡Pero… eso no puede… no puede ser! —gritó, temblando, fuera de sí—. ¡Le di acónito! ¡NO PUEDE HACER EFECTO! ¡ELLA ES HUMANA! ¡HUMANA! ¡ES UNA MALDITA HUMANA!El salón quedó en silencio absoluto, y todos la miraron horrorizados. Rowan levantó la cabeza con una furia contenida que bastó para que varios alfas retrocedieran, pero su mirada se clavó en Selene, y por un segundo, pareció que iba a matarla ahí mismo.Entonces Anya jadeó, débil, y eso bastó para traerlo de vuelta.—¡Ve por el sanador, ahora! —rugió, sin apartar a Anya de su pecho.—S-sí, Alfa —respondió uno de los guardias y salió corriendo.Rowan la cargó sin dudar, subiendo las escaleras con pasos rápidos y la desesperación grabada en su rostro. Ailyn lo siguió con sus hijas detrás, mientras Aidan rompía en llanto, intentando alcanzarlos entre sollozos.En el salón, todas las miradas seguían

C84- ¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO HIJO? Ailyn secó otra vez la frente de Anya con la toalla fría, sus manos expertas intentando apartar la fiebre que ya cedía, mientras Aidan apretaba la mano de su madre. Sofía e Isabella no estaban, y Rowan había salido a despedir a los últimos invitados, aunque la casa parecía respirar con esfuerzo por lo que había sucedido.De pronto, aullidos cortaron la noche, y Ailyn y Anya se miraron de inmediato; en ese cruce hubo un silencio lleno de presagios. —¿Qué sucede? —preguntó Anya, ya con los latidos del corazón acelerados. Ailyn apretó los labios y explicó sin querer angustiarla: —Son pícaros. Lobos rebeldes sin manada. No deberían estar tan cerca… pero… Rowan y Cassian ya deben estar actuando. El miedo dobló el cuerpo de Anya, como si la noticia hubiese sido un golpe más. —Mami… ¿estamos en peligro? —murmuró Aidan, nervioso. Ella lo miró, obligándose a sonreír a pesar del temblor en el pecho. —No, amor… no —contestó.Ailyn se puso en pie con decisión

C86-CELOS Y FURIA.La rabia de Rowan explotó. Se lanzó hacia Levi con una velocidad brutal, pero el grito de Cassian lo detuvo. Había más en juego: los cachorros. Rowan se detuvo a medio camino, pero el deseo de arrancarle la garganta seguía allí. Por eso, se mantuvo frente a Levi, con el pecho agitado y los colmillos asomando, mientras Cassian, detrás, lo observaba con atención, listo para intervenir si su hijo perdía el control.Levi, sin embargo, sonreía satisfecho. —Sabes, Rowan… —dijo despacio—, mi mujer siempre fue buena moviéndose entre lobos. Nadie sospecharía de ella. Es tan dulce, tan servicial… Su mirada se clavó en Anya, que apenas podía mantenerse en pie. —Pero lo que hizo fue magnífico. Gracias a ella, entramos a tu territorio, supimos de tus trampas, tus guardias… incluso los horarios de tus crías.El silencio que siguió fue tan brutal que dolía respirarlo, y todas las miradas se giraron hacia Anya. —¿Qué… qué estás diciendo? —preguntó con voz ahogada. Levi ladeó

C88-SOBREVIVIR.El bosque era un infierno oscuro.Las ramas arañaban la piel, las sombras se movían con cada respiración y el suelo húmedo amortiguaba los pasos, pero no el miedo. Levi arrastraba a Anya del brazo, con la mano ensangrentada y la mirada encendida por la locura.Aidan iba entre ellos, llorando sin parar, con los pies descalzos y la voz rota de tanto gritar.—¡Cállate ya, maldito mocoso! —rugió Levi, girando de golpe y sujetando al niño por el brazo.El grito hizo eco en la oscuridad y Aidan chilló, con el miedo saliéndole del alma, pero Anya reaccionó de inmediato.—¡No lo toques! ¡Déjalo!Entonces Levi la empujó contra un árbol y su voz resonó como una amenaza palpable.—¡Tú cállate también! —escupió—. ¡Me hiciste perder a medio grupo!Aidan seguía llorando sin entender las consecuencias.—¡Quiero a mi mamá! ¡Déjala!Levi lo miró con desprecio.—¡Cállate! Y si no lo haces... ¡te cortaré la lengua!El niño se encogió de miedo. Fue entonces cuando algo dentro de Anya se r

C90-EL VÍNCULO DE SU LUNA.En la manada Cazadores, el amanecer trajo silencio, pero no paz. El olor metálico de la sangre y las llamas se apagaban poco a poco entre los restos de los vehículos y cuerpos esparcidos en el terreno.Los lobos que quedaban en pie, cubiertos de heridas, caminaban entre los suyos buscando señales de vida. Cada paso sobre la tierra húmeda era un recordatorio del desastre que acababan de vivir.De pronto, un grupo de guerreros con el emblema de Draxel apareció por el camino del norte. Venían cubiertos de sangre ajena, los ojos brillando con el cansancio y la furia de la batalla.Habían respondido al llamado y habían llegado justo a tiempo para contener a los últimos cazadores. La pelea había sido brutal; los cadáveres de los pícaros y humanos se mezclaban irreconocibles sobre el terreno.—Cuenten a los nuestros —ordenó uno de los viejos lobos, la voz ronca de tanto gritar—. Ninguno debe quedar sin nombre.A su alrededor, el caos era desolador.Los heridos eran