La ConvivenciaLa rutina había comenzado a asentarse en sus vidas, sin prisa, pero con una extraña sensación de certeza. Cada mañana, Alexander despertaba junto a Helena, la luz filtrándose a través de las cortinas pesadas de su habitación en la mansión Blackwood. Era una sensación que, hasta hace poco, nunca hubiera considerado como algo significativo. El sonido de su respiración tranquila a su lado, su perfume leve, como una huella permanente en la almohada. La manera en que ella se estiraba, perezosa, pero elegante, antes de levantarse para ir al baño, lo desconcertaba, pero al mismo tiempo lo cautivaba. A su manera, se había convertido en una constante en su vida, una presencia que, aunque calculada y estructurada al principio, ahora parecía llenar los vacíos que ni siquiera él había notado.Desayunaban juntos, siempre en la mesa del come
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