La ciudad palpitaba bajo un cielo gris, cubierta por la lluvia fina que convertía las calles en espejos deformados. En lo alto de un edificio corporativo, el CEO observaba la ciudad a través de los ventanales. Su reflejo se mezclaba con las luces de neón, su mirada era fría, calculadora.—Quiero un informe en tiempo real de cada movimiento suyo —ordenó, sin apartar la vista del horizonte.Un asistente, trajeado y nervioso, respondió con voz temblorosa:—Ya tenemos cámaras en las principales avenidas, jefe. Además, varios de nuestros hombres están encubiertos en los puntos estratégicos. Incluso hemos comenzado a rastrear sus identidades falsas.El CEO giró lentamente, dejando ver una media sonrisa.—Ella siempre fue buena para esconderse… pero yo soy mejor para cazar.Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, ella caminaba entre la multitud con un paso tranquilo. Su gabardina oscura y el paraguas negro la hacían pasar desapercibida, pero sus ojos se movían con precisión quirúrgica. C
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