Antonella:Transcurro la mañana viendo hermosas imágenes de habitaciones. Fascinándome con una, y luego otra, y así sucesivamente. Hasta que decido comprar algunos accesorios, porque sería muy absurdo contratar a una decoradora si no sé el sexo de mis bebés, además, no es que Diego sea millonario como para contratar a alguien que hace un trabajo tan lindo, estando segura de que podría sola.Ver tanta maravilla me ilusiona, y la ansiedad de tener a mis bebés en brazos se acrecienta, por lo que decido, prácticamente, escapar de la tienda con mi bolsa de pequeñas compras en la mano e ir por un balón de fútbol para Marcus.Mi estómago me dice a gritos que le dé de comer, y sonrío pensando que mis hijos están enojados con esta madre que no los atiende, por lo que paso a un pequeño restaurante. Me siento en una mesa y, a lo lejos, veo una tétrica imagen. Sé que se trata de... He olvidado nuevamente su nombre.Mi corazón late de prisa, y no precisamente porque me sienta emocionada o enamorad

Diego:— Estoy nerviosa... —dice Antonella—. Espero que Marcus no se sienta mal después de que le contemos del juicio. ¿Le contaremos también de mi embarazo?— Creo que lo mejor será que sepa todo de una vez. Además, la psicóloga ha dicho que lo peor es ocultarle información. Marcus es un niño muy inteligente.— Inteligente como su padre... —le doy un beso a Antonella y seguimos caminando hacia el jardín. Marcus parece contento; no quiero quitarle esa sonrisa de su rostro, pero mi obligación es hablar con la verdad.— ¡Marcus! —digo a viva voz mientras nos sentamos con Antonella en una banca a esperar que se acerque.Antonella aprieta mi mano en señal de nervios, mientras yo siento en mi corazón la seguridad de que mi hijo entenderá por lo que estamos a punto de pasar, aunque sé que también será doloroso.— Mira, papá, mi gatito está más grande cada día —dice Marcus al llegar a nuestro lado—. ¿Quieres cargarlo?— ¡Yo quiero cargarlo! —interviene Antonella.— Pero debes ser cuidadosa;

Antonella:Me quedo en la cocina con Roberta, ayudándola a preparar el almuerzo. Cinnia me ha llamado: vendrá a dejar a Marcus a casa. De pronto, me invade la tristeza otra vez. Tal vez Diego no desea verme, por eso no me ha llamado ni ha respondido mis mensajes. Intenté hablar con él, pero solo me sale el buzón de voz.Miro a Roberta y le doy mi mejor sonrisa fingida. Estoy segura de que lo nota, aunque no diga nada. Eso, precisamente, es lo peor.Cinnia llega acompañada de Marcus, y él corre hacia mí para abrazarme con entusiasmo. Cinnia sonríe sorprendida al escucharlo llamarme mamá en persona, aunque ya lo sabía de antemano.—¿Me extrañaste? —le pregunto a Marcus.—Sí, te extrañé. Pero Cinnia es muy simpática y hace clases entretenidas... ¡No más que tú, mamá! —aclara, haciéndonos reír.—¡Más te vale! —bromeo.—¿Roberta hizo algo rico para comer? Tengo mucha hambre.—Ajá, Roberta ha preparado lasaña. ¿Qué tal si vas y le dices que almorzaremos? Y dile que Cinnia comerá con nosotro

Diego:Me siento un poco agotado de tanto ir y venir, pero al mismo tiempo la adrenalina de lo que pasará en el juzgado me mantiene alerta. Por mi familia soy capaz de cualquier cosa. Por Marcus, por Antonella y por los que vienen en camino. Esto es solo el comienzo, y aunque el trayecto parece largo, espero que este calvario termine pronto.Al llegar al colegio, la misma secretaria de antes me atiende y me indica que tome asiento, pues la maestra me atenderá en breves minutos, y así sucede.—¡Señor de Luca! —me levanto de donde estaba sentado y estiro la mano para saludarla.—¡Maestra! Agradezco que haya podido atenderme.—No hay de qué... tome asiento, por favor. ¿En qué puedo ayudarle? ¿Marcus está bien?—Sí, gracias, él está bien. El motivo de mi visita es para que esté aún mejor —la maestra, que se ha sentado frente a mí, me mira atenta, esperando que continúe—. Con la madre de Marcus estamos separados desde hace meses. Ella ahora quiere la custodia, pero sé que conmigo estará me

Antonella:Arrugo la frente creyendo que así detendré los gritos de Ambra, que se asemejan a los de una loca a punto de ser amarrada con una camisa de fuerza y llevada a un sanatorio mental.—¡Eres una zorra! —exclama, totalmente histérica. Me limito a mirarla sin entender por qué me grita eso… o más bien sí, pero me considero inocente en este enredo—. Diego es mi esposo, y pronto se dará cuenta de que soy mejor que tú, te abandonará porque él me ama. Solo está un poco disgustado, pero se le pasará, y quedarás sola, como te lo mereces. ¡Roba maridos! ¡Te odio, perra!—¡Orden en mi sala! —dice el juez mientras hace unos gestos que ya quisiera yo poder hacer para que mis niños me obedecieran cuando están desordenados.Me sobresalto con la enérgica voz del juez, mientras los guardias toman a Ambra de los brazos para sacarla de la sala. Me quedo mirando expectante el espectáculo, pero me aparto un poco, no vaya a ser que me toque. Ella es hermosa, eso no puedo negarlo, aunque toda esa cla