En el salón ya las esperaba Constanza hablando con noellia como si fueran las mejores amigas de toda la vida era impresionante su capacidad para manejar a las personas a su conveniencia. Estaban discutiendo sobre el próximo viaje de su marido y que tal vez ella debería acompañarlo. Las voces se quedaron en silencio cuando el te humeante llegó a la mesa pequeña y redonda colocada entre los sillones. Al final, la reunión si fue beneficiosa para ambas partes. El señor Lancaster depositaría una gran cantidad qué representaba casi toda su fortuna en el banco de medici y Elizabeth había podido cerrar esa herida que aún ardía cuando la tocaban. Aunque la mejor noticia llegó en la noche durante la cena. Constanza apenas pudo ver el pavo humeante y sentir el olor del limón y el romero. -Ok, ya lo vas a admitir o no?- dijo Elizabeth bruscamente, pero con una sonrisa en su rostro. -Elizabeth- susurrò Rebecka, al parecer ella tambièn lo suponìa o Eli le habìa metido esa idea en la cabeza.
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