El lunes, fui a trabajar. A la hora del almuerzo, me encontré con Rafael y Catherine en el restaurante de siempre. Pedimos la comida y, mientras no llegaba, Rafael decidió actualizarnos sobre su vida amorosa —como siempre, un verdadero reality show.—¡Gente, juro que le gusto, pero después de ese día desapareció! —habló tirando la servilleta en la mesa, indignado.—¿Por qué? ¿Qué pasó? —Catherine preguntó con esa mirada curiosa de quien adora un drama ajeno.—Se fue de viaje, ¿no? Va a recorrer dos estados antes de volver. Sé que soy medio pegajoso, pero creo que exageré. Veo que piensa que soy muy dependiente.—Eres dependiente —repliqué, riéndome.—Y pegajoso —Catherine completó.—¿Ay, qué horror, dos contra uno ahora? —se puso la mano en el pecho, teatral—. ¡Soy un romántico incomprendido!—Ajá, claro —Catherine puso los ojos en blanco—. Pero relájate, cuando regrese, van a estar llenos de nostalgia. ¡E imagínate el sexo! —dijo con una sonrisita pícara.Casi me ahogué con el
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