Por razones tanto emocionales como lógicas, Mateo había salvado a Sofía. Como su madre, Lucía debería haber ido a verlo.Pero no quería.Camila y Mateo estaban inextricablemente ligados. Si no fuera por él, las cosas no habrían llegado tan lejos.Sofía, a su lado, entendió su conflicto. Se volvió hacia Daniel: —El señor me salvó. Debo agradecerle. Iré contigo.Daniel seguía mirando a Lucía con esperanza. Ella desvió la mirada: —Que vaya Sofía. Ella me representará.Ante eso, Daniel no tuvo más remedio que irse con Sofía.Una semana después, Alejandro fue trasladado a una habitación normal. El día que abrió los ojos, Lucía se apresuró a llegar y se desplomó llorando junto a su cama.Él alzó una mano aún débil y acarició suavemente su cabeza. —¿Por qué lloras? Estar vivo es lo único que importa —dijo con voz ronca.Él estuvo hospitalizado un mes.Durante ese mes, Lucía lo cuidó con devoción absoluta.Justo al lado, en la habitación contigua, Mateo yacía solo, solo con Daniel ayudándolo t
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