Capítulo 22. Una sospecha en carne vivaEl amanecer no entraba con la misma calidez que en la villa. El sol estaba oculto tras las cortinas gruesas y el aire era estéril, cargado de desinfectante y un silencio clínico que lo volvía más pesado. Mariana abrió los ojos despacio, sintiendo primero el ardor extendido por todo su cuerpo. Apenas mover los dedos le dolía. Sus labios estaban resecos y el brazo derecho cubierto de vendajes, igual que sus piernas y hombros. La sábana le raspaba la piel en carne viva.Quiso girar la cabeza y ahí lo encontró. Emiliano estaba sentado en una silla junto a la cama, inclinado hacia adelante, con el brazo apoyado sobre la orilla, la frente sostenida por su mano. Dormía, aunque el ceño fruncido decía que ni en sueños ese hombre podía encontrar la paz.Ella contuvo la respiración.Nunca lo había visto así, se veía agotado, con la misma camisa del día anterior toda arrugada y los botones mal abrochados, como si hubiese pasado toda una vida entera cuidándo

Capítulo 24. La reunión de las máscaras.Emiliano respiró hondo y guardó el teléfono. Regresó a la habitación, recuperando su máscara de control.se acercó a la cabecera de la cama con la misma mesura con la que un cirujano vuelve al paciente tras un corte larguísimo. Ella seguía allí, estaba dormida, la hinchazón del rostro había bajado, pero aún se mantenía colorado por el sol y por la fiebre reciente, las vendas que cubrían parte de su cuerpo seguían allí, las habían cambiado por unas nuevas y frescas y le daban una fragilidad que, paradójicamente, lo condenaba.Mariana lo escucho llegar y entreabrió los ojos.-- ¿Despierta? Emilia – le preguntó él y la palabra salió medida, neutra; eligió “Emilia” porque no podía permitirse otra cosa en voz alta.El uso del nombre era una coraza y a la vez una cuchilla que se clavaba en el interior.-- ¿Cómo te sientes? –-- Me duele todo -- murmuro, con la voz quebrada. – También tengo frío -- agrego, y hubo un instante de claridad en su mirada

Capítulo 26. Horas antes de la presentación publica.El amanecer en la costa europea no tenía nada de romántico para Emiliano Del Valle. La ciudad despertaba entre rascacielos de vidrio y banderas extranjeras flameando en los hoteles, y para él aquello no era un paisaje: era un maldito tablero de ajedrez.Cada movimiento que haría esa semana significaría ganar e incrementar su imperio de poder o perder una puerta para negociar en el exterior.En el espejo de la suite, ajustó la corbata con la precisión de un cirujano.-- ¿Otra vez corbata negra? – le preguntó Mariana intentando mostrarse amable, todavía recostada contra las almohadas, observando cómo él se vestía frente al espejo... no podía negar lo que ese hombre le provocaba, nunca espero que otro personaje masculino pudiera meterse en su mente hasta el punto de provocar que quisiera hacerlo suyo.Entregar aquella virginidad que tanto había guardado para Francesco.-- La ocasión lo amerita cariño – le respondió Emiliano mientras aj

Capítulo 28. La esposa que deslumbro... algo inesperado.Ese murmullo pronto se transformó en un silencio expectante cuando las puertas de cristal se cerraron detrás de ellos.Emiliano avanzó con el porte impecable de un hombre que siempre gana, el brazo derecho sosteniendo con firmeza la mano enguantada de su esposa. Mariana caminaba medio paso detrás, obedeciendo cada instrucción que él mismo le había dado minutos antes, tal y como lo habían ensayado una y otra vez.Pero algo que Emiliano no pudo anticipar fue la reacción que ella causaría.El vestido marfil abrazaba su silueta como si hubiera sido diseñado exclusivamente para ella, el cabello recogido dejaba al descubierto la línea perfecta de su cuello y el brillo en sus ojos parecía más propio de una reina que de una recién recuperada de quemaduras por el sol.La luz de los candelabros acariciaba su piel dorada y, por un instante, todos olvidaron la cena, los contratos y los negocios.Un empresario italiano, canoso y con voz grav

Capítulo 30. El regreso de una velada inesperada.El inglés se aclaró la garganta.-- Señores, no es común que recibamos a un invitado de fuera de Europa con tanta expectativa. Pero el señor Del Valle se ha ganado la reputación de ser un visionario. Queremos escuchar de su propia voz lo que significaría para él esta sociedad –Emiliano dejó la copa sobre la mesa, entrelazó los dedos y habló con la calma de quien sabe medir cada palabra:-- Para mí no es solo una expansión de negocios señores, Latinoamérica necesita abrirse a socios que entiendan que el futuro no se construye aislado. Y yo necesito aliados que, como ustedes, valoren la disciplina, la discreción y la permanencia. Personas que consideran a la familia y al matrimonio como algo primordial, como el equilibrio perfecto para conseguir el triunfo – hizo una pausa, dejando que cada palabra calara en el aire-- No vengo a pedirles un favor. Vengo a ofrecerles lo que otros aún no se han atrevido a traer –Un murmullo de aprobació