Capítulo 24. La reunión de las máscaras.

Emiliano respiró hondo y guardó el teléfono. Regresó a la habitación, recuperando su máscara de control.

se acercó a la cabecera de la cama con la misma mesura con la que un cirujano vuelve al paciente tras un corte larguísimo. Ella seguía allí, estaba dormida, la hinchazón del rostro había bajado, pero aún se mantenía colorado por el sol y por la fiebre reciente, las vendas que cubrían parte de su cuerpo seguían allí, las habían cambiado por unas nuevas y frescas y le daban una fragilidad que, paradójicamente, lo condenaba.

Mariana lo escucho llegar y entreabrió los ojos.

-- ¿Despierta? Emilia – le preguntó él y la palabra salió medida, neutra; eligió “Emilia” porque no podía permitirse otra cosa en voz alta.

El uso del nombre era una coraza y a la vez una cuchilla que se clavaba en el interior.

-- ¿Cómo te sientes? –

-- Me duele todo -- murmuro, con la voz quebrada. – También tengo frío -- agrego, y hubo un instante de claridad en su mirada