Pov lilian—bueno… ¿Al menos podrían decirme sus nombres? — mencionó intentando poner mi voz más clamada.Los tres se miran entre sí, como si mi pregunta fuera una trampa. El silencio se alarga demasiado y empiezo a pensar que nadie responderá.—No hace falta que los sepa —gruñe el de la cicatriz, con esa voz que parece raspada por años de tabaco y obediencia—. Solo recuerde que estamos aquí para su seguridad.Seguridad. La palabra me quema por dentro.—Entiendo —respondo fingiendo calma—. Pero sería más fácil dirigirme a ustedes si al menos sé cómo llamarlos.El viejo se cruza de brazos y niega con la cabeza. —No tiene por qué hablar con nosotros.Su respuesta me deja completamente en silencio, por un momento planeo dejar las cosas como están, pero la forma en que me respondió me molesta, así que hablo con evidente fastidio.—No planeo darles conversación, es simple educación — respondo con una sonrisa forzada.—Educación? Disculpa, pero no obedecemos ordenes de una simple mascota

Pov LilianEntre más camino por estos pasillos, más me doy cuenta de lo poco probable que sería salir de aquí. Me detengo, sorprendida, frente a las escaleras del vestíbulo. En la puerta principal —una puerta doble hecha de roble, o alguna madera cara que no sé identificar— se encuentra Alonso. Parece que apenas ha llegado de donde sea que hubiera estado. Sinceramente, no esperaba verlo aquí.—Vaya… ¿me extrañaste, ma rebelle? —dice Alonso junto a esa sonrisa perfecta que tanto detesto.Siento cómo mi estómago se encoge de los nervios. Si bien quería verlo —porque lo necesito para mi plan— ahora he quedado como una amante desesperada, y todo porque quería ir al jardín, que se ha vuelto el único lugar decente en toda la mansión.Intento sonreírle. Una sonrisa pequeña, contenida, que espero parezca tímida y no torcida por el nerviosismo. Mi subconsciente me grita que aceptar un juego de seducción es un error monumental. Pero ya estoy aquí, clavada frente a los escalones, y no pienso per

Pov Lilian—Ma rebelle… — escuchar a Alonso llamarme después de un largo rato provoca que salte en mi sitio.—¿Sí? — respondo alzando la mirada y viéndolo directamente.Estar en esta habitación es… incómodo e inesperado. Después de la noticia del FBI atacando lo que supongo era un almacén lleno de productos importantes, Alonso se ha retirado a su despacho y ha llamado a sus hombres más cercanos. También ha ordenado cerrar la mansión. Sus palabras exactas fueron:“Nadie puede entrar o salir, hasta que yo diga lo contrario”.Pero lo que más me ha contrariado de su decisión fue su última exigencia: “Lilian, tú vienes conmigo”. Así que aquí estoy, sentada en la esquina más alejada de su despacho mientras veo a seis — siete si contamos a Alonso — hombres con armas frente a mí, todos los hombres con la mayor autoridad y confianza de Alonso.El aire apesta a whisky y cigarros mientras todos discuten la manera más sencilla de encontrar a la “rata”. También hablan sobre métodos de tortura o ca

Pov AlonsoSé que ella no tiene idea de hacia dónde vamos. Eso la inquieta. Lo noto en su respiración, en la rigidez de sus hombros… en cómo mira todo, buscando una salida que no le daré.La puerta se cierra detrás de nosotros, cortando las voces de mis hombres. Aquí solo se escuchan nuestros pasos. Y la tensión suspendida entre ambos.—Alonso… — murmura ella, con esa voz que intenta sonar firme y solo consigue sonar temerosa.No respondo. No todavía. Camino hasta detenerme frente a otra puerta, una pequeña y discreta, invisible para cualquiera que no conozca cada centímetro de esta casa. Pero yo la conozco. Yo la hice construir.Saco la tarjeta y la deslizo por el lector. La luz parpadea en verde.Abro la puerta y hago un gesto para que entre primero.Me inclino hacia su oído y susurro:—Estoy seguro de que esto te encantará.Pov LilianEn cuanto cruzo el umbral de la puerta, lo que encuentro al otro lado me deja anonadada y cegada por la impresión. Es una habitación enorme, oculta d

Pov AlonsoObservo cómo Lilian tiembla de miedo ante mi amenaza, aunque es solo eso: una amenaza —aunque con gusto la cumpliría si la ocasión se da—. Sé que Lilian no es la traidora. El micrófono que tengo en mis manos no es más que uno falso; bueno, en realidad el micrófono es de verdad, solo que ya no sirve.Es de un traidor al que tardé mucho tiempo en encontrar. Es de increíble calidad, y su diseño tan compacto y similar a una agujeta fue lo que me metió en problemas en su tiempo. Ahora solo lo conservo como un recuerdo. Un recordatorio de que ni la ropa sabe guardar secretos.Lo único que quiero es asustarla, asegurarme de que no intente escapar aprovechando la ocasión. Porque sé que lo hará, la conozco. Podría intentar aliarse con el traidor solo para salir. Pero Lilian es mi esposa. Es casi imposible que, al aliarse con el FBI, salga ilesa. El FBI es despiadado; estoy seguro de que no creerán en su inocencia, pensarán que Lilian esconde información importante y la obligarán a c