El reflejo en el espejo le devolvió la imagen de una mujer que apenas reconocía. Anali Montero, veinticinco años, heredera de una de las familias más influyentes de la ciudad, estaba envuelta en un vestido de novia que costaba más que un apartamento en el centro. Seda italiana, encaje francés y perlas cultivadas se entrelazaban sobre su cuerpo como una segunda piel, creando la ilusión de perfección que todos esperaban de ella.—Quieta, cariño —murmuró su madre mientras ajustaba la tiara de diamantes sobre su cabello recogido—. Una novia Montero debe ser impecable.Anali contuvo la respiración. Impecable. Esa palabra la había perseguido toda su vida. Desde pequeña, cada paso, cada palabra, cada decisión había sido cuidadosamente supervisada para mantener el apellido Montero en lo más alto. Ahora, a minutos de convertirse en la esposa de Alejandro Vega, sentía que culminaba el guion perfecto que habían escrito para ella.—¿Estás nerviosa? —preguntó Claudia, su mejor amiga y dama de hono
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