[FRANCESCO]Dos dias despues: 30 de noviembreEl desierto de Abu Dhabi se extiende a nuestro alrededor, dorado e implacable, reflejando la luz de un sol que no perdona. Desde que llegamos, los días han sido una sucesión de prácticas y revisiones técnicas. Sofía y yo nos movemos por el paddock como autómatas: cada sesión de simulación, cada ajuste en el monoplaza nos exige concentración, dejando muy poco espacio para la cercanía que ambos deseamos.Las prácticas han sido agotadoras. La pista, rápida y traicionera, pone a prueba nuestra sincronía con el auto y con el equipo. Entre datos, curvas y frenos, nos hemos cruzado apenas con un par de miradas fugaces, momentos que arden más que cualquier sol de medio día. La presencia de William tampoco ayuda: sus comentarios casuales y su mirada insistente hacia Sofía me mantienen en alerta constante.La clasificación ha sido intensa. Cada vuelta cronometrada es un desafío: pilotos rivales, las condiciones cambiantes de la pista y el murmullo c

[SOFÍA]No hay nada más silencioso que la felicidad cuando es real. Esa que no necesita palabras, ni testigos, ni ruido. Esa que se siente como una calma cálida en el pecho, una certeza suave de que todo —absolutamente todo— valió la pena.Todavía tengo los ojos húmedos y las mejillas encendidas por todo lo que pasó hace apenas un momento. La cena, las luces doradas del restaurante, el murmullo lejano del mar y la voz temblorosa de Francesco cuando se arrodilló frente a mí con el anillo en las manos.No recuerdo haber respirado en ese momento. Solo vi sus ojos. Y cuando los vi, supe que no había nada más que buscar.El anillo brilla ahora en mi mano bajo la luz tenue de la habitación. Es simple, elegante, con un destello que parece respirar junto conmigo. Pero más allá del brillo, lo que pesa es el significado. Cada vez que lo miro, recuerdo todo lo que nos costó llegar hasta aquí: las carreras, las miradas a escondidas, los silencios compartidos en medio del ruido de los motores, el

[FRANCESCO]2 de diciembreFlorencia, ItaliaSé que para Sofía este es un paso muy grande, pero después de haberle pedido matrimonio en Abu Dhabi y de decidir que queremos buscar un bebé, siento que era necesario venir a casa. No a Mónaco, donde paso la mayor parte del año, sino aquí, a Florencia, donde nací. Donde todo empezó.La villa Mozzi está en las colinas, rodeada de viñedos y olivares. El aire huele a tierra húmeda, a leña recién encendida y a ese perfume que siempre me hace sentir en paz. Cada rincón tiene un recuerdo, una parte de mi historia. Pero esta vez no vengo solo a recordar. Vengo a comenzar algo nuevo.Sofía y yo llegamos por la mañana. Ella mira el paisaje desde la ventana del coche con esa mezcla de asombro y nervios que intenta ocultar. La entiendo. No es solo un viaje. Es el momento en el que nuestras familias se conocerán de manera formal… y en el que revelaremos todo.—¿Estás bien? —le pregunto mientras subimos el camino de piedra que lleva a la villa.—Sí, so

[SOFÍA]A la mañana siguiente: 3 de diciembreEl sol entra suave por las ventanas grandes de la villa, tiñendo la terraza de un color precioso que me hace soñar despierta. El aire huele a jazmín y a café recién hecho, y el canto lejano de los pájaros parece marcar un nuevo comienzo.Mis padres y yo estamos sentados alrededor de la mesa del desayuno. Los rayos de sol acarician sus rostros, y siento que esta luz hace que todo parezca más claro, más real.—Sofi… —mi papá rompe el silencio, su voz cargada de curiosidad y precaución—. Quiero que me cuentes bien. ¿Qué es lo que pasa entre vos y Francesco? Es que note que hay algo más que el compromiso. No sé como explicarlo, pero cuando dio la noticia fue un tanto extraño, él no nos estaba pidiendo tu mano, solo lo dijo como si todo estuviera decidido ya.Respiro profundo, mirando el reflejo de la luz sobre mi taza de café. Es raro, pero no quiero esperar más para decirles la verdad.—Papá… mamá… creo que eso de pedir la mano —empiezo, sint

[SOFÍA]La habitación está apenas iluminada por la luz de la luna que se filtra entre las cortinas. Francesco y yo estamos recostados en la cama, yo apoyada contra su pecho, y él rodeándome con los brazos como si quisiera protegerme de todo. Siento cada latido suyo, cada respiración que se sincroniza con la mía, y me hace sonreír sin darme cuenta.—Sofía… —susurra, con esa voz grave que siempre me hace estremecer—. Tenemos que hablar de nuestra boda. De cómo vamos a hacer para mantenerlo todo en secreto… y de lo que vendrá después.Le doy la vuelta suavemente, mirándolo a los ojos. Su mirada me quema de emoción y ternura al mismo tiempo.—Lo sé —respondo—. Quiero que sea nuestro momento. Íntimo, sin distracciones, sin el mundo entero opinando. Solo nosotros, y nuestras familias más cercanas.Él sonríe, y sus dedos recorren mi brazo con suavidad. La familiaridad de su tacto me hace sentir segura, protegida, amada.—Lo he imaginado tantas veces desde que te bese por primera vez —dice, b