El martes por la mañana, el artículo de "El Informador Financiero" era la comidilla del mundo empresarial. En la sala de guerra de la casa de Isabel, la atmósfera ya no era de tensión, sino de una calma expectante. La victoria pública era un hecho, pero faltaban las capitulaciones oficiales. Estaban sentados en el sofá, Jared con un café, Isabel con un capuccino, cuando sonó el teléfono de ella. En la pantalla, el nombre del CEO de Omnia Corp. Isabel activó el altavoz. —Señor Durán, buenos días —dijo, su voz era serena, segura. —Isabel —respondió la voz del CEO, y ya no había frialdad, sino un profundo y genuino respeto—. He leído el artículo de esta mañana. Y he visto los informes preliminares de mercado. La campaña de nuestro competidor ya es un chiste en el sector antes siquiera de empezar. —Hizo una pausa—. Fue una jugada de ajedrez brillante. Arriesgada, pero brillante. —Hice lo que era necesario para proteger la integridad del proyecto y de mi agencia, señor Durán. —Lo entie
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