Capítulo 28. Ruégame que te rompa.
~Lira~
Él no tocó mi clítoris, no me comió, ni siquiera me besó, solo me provocó, solo habló, solo frotó esa polla gruesa y venosa a lo largo de mi cuerpo empapado como si supiera que me destruiría, y lo hizo.
Dijo que pensaría en eso todo el día, dijo que lo odiaría, tenía razón. Me acurruqué de lado con los muslos pegados por la humedad y la vergüenza.
Y susurré su nombre. —Damián…
Nada, sin respuesta, solo silencio y el dolor de no ser suficiente para que él se quedara.
El silencio me devoraba viva.
Me quedé allí como un maldito fantasma, con la piel enrojecida, el coño palpitando, mi pecho subiendo y bajando con respiraciones superficiales y entrecortadas mientras el sabor de él permanecía en mi lengua como el pecado.
¿Por qué se fue? ¿Por qué, joder, me provocó así? ¿Me tocó así? ¿Me dijo esas cosas? Y simplemente se fue como si nada importara, como si yo no importara.
Me acurruqué más en el azulejo, clavando las uñas en mi palma, con los muslos pegajosos de necesidad y vergüenza,