Damon se levantó de la cama luego del primer encuentro, aún desnudo, con ese porte dominante que lo hacía ver como un rey en su propio palacio. Caminó hacia la sala, dejando tras de sí el eco de sus pasos firmes, y tomó la botella de vino que habían dejado atras. Regresó con ella en la mano y, al llegar junto a la cama, la destapó con calma, como si todo fuese parte de un ritual. Por alguna razón estaba inquieto y no se sentia satisfecho.Se inclinó sobre ella, que lo miraba con los labios entreabiertos muy hinchados, y llevó la botella a su propia boca primero. Bebió un sorbo largo, dejando que el vino resbalara lentamente, y enseguida la atrajo de la nuca para unir sus labios con los de él. El líquido tibio pasó de su boca a la de ella, haciéndola gemir suavemente.—Mmm...—Así… —murmuró Damon, con una sonrisa ladeada—. De mis labios a los tuyos. No quiero que te deshidrates.Ella terminó dejándose llevar, bebiendo cada gota como si fuera un secreto compartido. En ese momento, algo
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