—Suspendan la cirugía. Que todos los médicos esperen afuera —ordenó Diego, el alfa.El doctor, que acababa de ponerse los guantes, se quedó inmóvil. —Alfa Diego, las quemaduras de la señorita Sofia son graves y hay rastros de acónito en su sistema, impidiendo su sanación natural. Si no actuamos ahora, si no la desintoxicamos y operamos, no solo quedará desfigurada sino que podría perder completamente a su loba. Si eso pasa, se quedará sin loba, vulnerable, y...—¿Arruinada? —interrumpió el alfa con una risa fría—. Si queda arruinada, que así sea.Apenas tenía conciencia, mi cuerpo era un desastre de carne quemada y dolor insoportable, pero mi oído era agudo. Y la manera en que lo dijo, tan indiferente, tan definitivo, me revolvió el estómago más fuerte que el acónito.Hubo una pausa, entonces mi madre habló, su voz fue vacilante. —Diego... Sofia está muy gravemente herida para participar en la selección de beta mañana. Tal vez, deberíamos...—¿Deberíamos qué? —su voz se volvió
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