AmarillisEl mundo a mi alrededor era oscuro, una negrura densa que me oprimía la piel y me dificultaba la respiración. Lentamente, la luz empezó a filtrarse, tenue y dorada, como el sol filtrándose por una ventana sucia. Se formaron siluetas: un bosque, árboles altos y nudosos, con sus ramas desnudas arañando el cielo.Corría. Mis pies golpeaban el suelo con pasos frenéticos y desiguales, y el crujido de las hojas resonaba en mis oídos. Las sombras se movían rápidamente en los rincones de mi vista, pero no me atrevía a mirar atrás. No huía de nada, corría hacia alguien.—Amarillis.—La voz me detuvo en seco. Me resultaba familiar, dolorosamente familiar, y al girarme, el bosque pareció desaparecer.Él estaba allí.Mi hermano.La cara que recordaba, la que tenía mis ojos, era mi hermano.Su rostro flotaba en la penumbra, descarnado contra el oscuro telón de fondo del sueño. Sus ojos oscuros, tan parecidos a los míos, estaban fijos en mí. Estaban abiertos por el miedo, pero tenía la ma
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