No le responde. En su lugar, deja caer más lubricante sobre mí y se frota contra mi calor. Comienza despacio, metiendo un dedo, el lubricante haciendo sonidos húmedos y chapoteantes mientras se desliza dentro. Gimo. Al fin. Ese picor ]desesperante empieza a calmarse. Uno. Luego dos. Tres. Cuatro. Me aferro a él. Literalmente. —Respira, Solana —susurra—. Déjame entrar.Trato de relajarme, de hacer lo que dice, pero mi cuerpo está tenso, mis músculos contraídos tanto por la necesidad como por el miedo ahora que me doy cuenta de lo que pretende hacer.—Lo estás haciendo genial. Solo relájate un poco más.Respiro profundo, y él aprovecha la oportunidad para empujar más adentro, sus cinco dedos abriéndose paso.Comienza a moverse, empujando y empujando.Siento que me estiro, siento que cedo ante él, y es intenso, el placer, el dolor, la plenitud, todo abrumador, todo consumidor.—Nicolás —gimo, sin saber si quiero más o quiero que pare.Me besa en la mejilla.—Puedes soportarlo. Solo ábre
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