Rowan ya estaba sobre ella, dominando el espacio reducido entre ambos. Sus labios se habían adueñado de los de Nadia nuevamente y el peso de su cuerpo la mantenía atrapada. Sus piernas, abiertas por la posición, lo dejaban instalado en medio de ellas. Él descendió de su boca a su cuello, recorriéndolo con besos y breves mordidas que hicieron estremecerla. Después, sus labios encontraron la piel desnuda de su hombro, y mientras tanto, sus manos, seguras y posesivas, se posaron en sus caderas, para luego deslizarse hacia la parte posterior de sus muslos, empujando suavemente en un intento claro de abrir aún más su cuerpo para él.Se volvieron a besar, esta vez más despacio, prolongando el contacto como si cada segundo que pasaba sirviera para recordarle a ella que resistirse ya no era posible. Nadia sintió que toda su fuerza se disolvía, que su voluntad no podía oponerse a la presión de sus labios ni a la cercanía abrasadora de su cuerpo.Rowan lo percibió con una precisión casi instint
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