Ivanna Taylor —Pero ¿cómo se atreve ese maldito? —exclama una Viena indignada del otro lado de la llamada. —Shhh, vas a despertar a Shawn. Compórtate. Los ojos de mi mejor amiga se entrecierran. —De eso puedo encargarme si es que sucede, pero déjame liberar esta rabia que siento ahora por ese cobarde. ¿Cómo es que te dijo eso? ¿Que te disculparas? Já. Imbécil. Tengo que reírme a pesar de que debería tomarlo de otra manera. Viena está enojada y su rostro rojo muestra cuánto. No está bromeando. —No le des tanta importancia a Shane, Vi. Una carcajada seca sale de ella, pero no es diversión. —Tengo que dársela al hecho de que es un idiota infiel que quiso humillarte sin motivos. ¿Cómo es que no le diste su merecido? Me miro las uñas pintadas ahora de rojo mientras muevo la copa agarrada del tallo de cristal. El vino se mueve cuando le doy vueltas como haría una catadora. —Estoy solo en la primera etapa del chisme. No he llegado a los demás encuentros. —¿Cuántos han sido?

Shane RobinsonFue evidente las dos veces anteriores que no había estado listo para ver a Ivanna. Por mucho tiempo soñé con ello, sin embargo. Con esos momentos en los que hubiera un inevitable reencuentro y yo pudiera resolver todas esas dudas que me habían quedado. En esos sueños yo dejaba a un lado todo mi orgullo reunido en este tiempo, mis ansias, mi necesidad… y me atrevía.Eso ahora se ve demasiado lejano. Improbable. Porque lo que siento entre Ivanna y yo es más que un montón de preguntas sin respuesta. De dudas.No obstante, ha sido sorprendente tenerla ante mí de nuevo, cada segundo, cada respiración compartida. Nada me había preparado para experimentar esto que ahora me atraviesa el cuerpo como si fuera un hierro caliente. No sé si es exceso, urgencia o esta privación que comienza a ahogarme sin motivo aparente, pero se siente como si fuera a la deriva en un mar desconocido, peligroso y turbulento.Ivanna está aquí. Mucho más hermosa de lo que esperaba. Mucho más hermosa de

Ivanna TaylorEl aire de la sala se vuelve irrespirable en cuanto Shane sale por esa puerta. Puede que no estuviera mirando en su dirección, pero mi jodido cuerpo sabe lo que él hace, si está presente o no. Esa maldita conexión que una vez fue un orgullo hoy es mi perdición.Todos fingen cortesía y cortes de charla, pero yo puedo sentir sus miradas pesadas, las suposiciones, los murmullos que nunca serán dichos en voz alta. Por más que la mayoría haya apoyado mi presentación, Shane Robinson es un referente aquí. Es la verdadera competencia.Y me lanzó con todo. Se atrevió.Me enerva.Me enerva que aún tenga ese poder sobre mí, que pueda incendiarme por dentro con solo abrir la boca y retarme con esa media sonrisa que se clava en mis costillas como un puñal. Que se atreva a llevar esto a su terreno, a tratar de minimizarme ante todos, cuestionar lo que pretendemos llevar a cabo.«Maldito».Ni siquiera escucho a Milo, que sigue a mi lado felicitándome por mi diplomacia de antes. Lo inte

Shane RobinsonCuando se trata de la gestión del ayuntamiento no puede decirse que existan las sorpresas. Por alguna razón, siempre que vengo aquí, a la salida me encuentro con un mar de periodistas que parecen saber más de lo que deberían.No sé si el departamento de difusión se encarga de que así sea, pero es una mierda. Odio sentir que cada paso que se da en esta ciudad está siendo cronometrado, registrado y analizado por un montón de gente que nada aporta, pero no me queda de otra que soportar.Este año, sin embargo, vienen fuertes.«Y no sé de qué me extraña».—¡Señor Prince! ¡Señorita Taylor!Los periodistas aparecen como ratas tras la carroña en cuanto las puertas se abren y se lanzan sobre Milo e Ivanna. Las cámaras, las libretas de notas y las sonrisas críticas forman un arco ante todos los que vamos de salida.—¿Qué se siente competir con el gigante constructor y estar a la altura? Según fuentes confiables, tienen mucho peso en la decisión de este año.Pongo los ojos en blan

Ivanna Taylor—¿Cuánto dinero crees que cobre un sicario?Mis palabras hacen que Viena se quede congelada del otro lado de la pantalla. Me mira como si me hubieran salido dos cabezas y se acerca al lente, después de mirar a un lado y a otro.—Primero vamos a enfocarnos en lo que tiene que decir el hematólogo y luego hablamos de tus inesperados instintos asesinos, ¿te parece?Doy un respingo cuando Viena mueve el teléfono rápidamente, en una disimulada muestra de mi metida de pata, y logro ver la mata de pelo rubio del médico de cabecera de mi hijo.—¡Ay mierda! —gimo por lo bajo, mortificada porque por culpa de Shane vuelvo a tener un evento incómodo y ahora, peor, con el médico que me está ayudando a la distancia.—Sí, eso. Mejor enfoquémonos en lo importante —me dice Vi con los ojos muy abiertos, su exagerado gesto de aviso para que me calle la boca de una vez.Le dice algo al médico, pero no logro entender porque se escucha como un susurro.—Sí, claro —carraspeo y me obligo a compo