Shane RobinsonEntro al comedor y los ojos de Veronica Allen al instante siguen mis movimientos. Frunce un poco sus cejas al ver que su hija no viene conmigo.—Buenos días —saludo antes de que pregunte algo. Al escuchar mi voz, Misael Allen levanta la mirada y me sonríe.—Buenos días, muchacho. Ya te estaba esperando. Ven, siéntate.Misael es un hombre que a primera vista se nota tranquilo, noble y calmado. Puede ser implacable en sus negocios, pero generalmente muestra ese altruismo que le ha dado bastante en esta ciudad. Si no fuera por los acontecimientos que hubo a su alrededor, todavía contara con la admiración de muchos.Como cada día está sentado a la cabeza de la mesa amplia, con el periódico en una mano y una taza de café en la otra. Lo saludo con el apretón de manos formal de siempre y me siento en la silla a su lado, frente a la señora Allen.—Buenos días. ¿Cómo está hoy la bolsa de valores? Vi que las acciones de los Jonhson bajaron más de lo advertido, ¿vas a tomar parte

Ivanna TaylorMis manos tiemblan por unos segundos. Esos que me toma controlar lo que siento. No debería sentirme así, si desde un principio tuve claro que todo esto podía pasar. No es sorprendente el hecho de que Milo pretenda ir al Financial Group, era de las cosas para las que supuestamente me preparé. Y no sé si es que todo lo de ayer me tiene pensando y analizando más de la cuenta, pero no se supone que me sienta así de desequilibrada por un sorpresivo cambio en la agenda. —Vamos a ver al presidente del banco. Perfecto. Eso no me afecta en nada. Porque esa persona no me importa en absoluto —murmuro entre dientes, convenciéndome. Me muevo de la puerta cuando entiendo que me estoy demorando más de la cuenta. Ya tuve un momento anoche ante Milo que no me conviene, no puedo seguir sumando razones y llamar su atención de la manera en que no quiero. Voy hasta la máquina de café y comienzo a preparar la bebida como a mi jefe le gusta. Le echo el chorrito de ron que el mismo primer d

Shane RobinsonSean está dormido cuando llego al edificio de la farmaceútica. No es para menos, si anoche se mantuvo todo el tiempo a mi lado lidiando con mi mierda y siendo el segundo saco de boxeo del gimnasio. Para su suerte, a diferencia de la mía, él duerme a unos pocos pasos de su oficina, y tiene aquí todo lo que necesita para desarrollar su rutina.Este es su penthouse, como le dice él mismo. El alivio a la vida que se vive en compañía de Aurora Robinson. Mi madre puede ser un hueso duro de roer.Entro a la habitación y antes de despertarlo con el maldito balde de agua fría que quiero lanzarle voy hasta el amplio ventanal y corro las cortinas. Eso es muy efectivo.El vampiro que Sean lleva dentro se retuerce y se despierta al instante. —¿Qué carajos, Shane? ¿Qué mierda haces aquí?Ignoro su molesta voz y voy directo a su vestidor. Le busco un puto pantalón porque no necesito verle la verga y sé que duerme desnudo.—Tú y yo tenemos temas que hablar...—¿No te desahogaste lo

Shane Robinson¿¡Qué mierda acaba de pasar!?Es una ironía tremenda ver a Ivy aquí, y que me confirme también el hecho de que van por el proyecto del ayuntamiento. Pero no es tanto la competencia como la duda que me queda al escucharla. ¿Ella es parte? ¿Trabajará en el proyecto... con mi contrario?Me acaricio las malditas bolas un poco más para calmar el dolor que me quedó con su rodillazo, pero es insoportable. Sigo en el baño de mujeres, inclinado sobre mí mismo y con el olor de Ivanna todavía envolviéndome.—Voy a necesitar un puto hielo, maldición. Salgo cojeando del baño sin poder evitarlo. La mujercita atrevida supo darme con fuerza, supo llevarme hasta su nivel. Me dejé manipular como un idiota, por su mirada, por su voz seductora, por la forma en que sus labios se movieron para pedirme que me acercara.«Es que lo soy. Soy imbécil».Vine aquí para recordarle a Misael lo que tenemos de trato, pero me la encuentro a ella y todo deja de existir para mí.¿A dónde se fueron mis n

Ivanna Taylor.«Universo, ¿tu plan de hoy es que termine detenida por violencia física?».Mi calma sale corriendo en cuanto los ojos astutos y maliciosos de Aurora Robinson se posan en mí. Ella me mira a través de sus lentes y me doy cuenta que no me reconoce del todo, debe estar confundida con mi aspecto. Para mi poca satisfacción, sigo vestida con la ropa que elegí esta mañana, lentes incluidos, pero para ser sincera eso no me hace sentir menos. Hay un alivio extraño en tener la posibilidad de sorprender a los que quieren verte mal por encima de todo.Abigail, a su lado, me mira con malicia y se cruza de brazos. —¿Limpias aquí también? Sabía que no tenías dónde caerte muerta, pero no pensé que tanto. Su voz me hace mirarla con una media sonrisa. —Al menos me gano la vida por mi cuenta, ¿conoces lo que es el trabajo, Abigail? —pregunto, todavía sentada muy cómoda en el amplio sofá, porque no me siento minimizada en absoluto por estas dos mujeres—. Son esas actividades que puedes