Karina y Milenne regresaron a casa algo pensativas por los resultados que aún no saldrán hasta en dos semanas. -¿Cómo te sientes?. Karina preguntó al ver la cara pensativa de Milenne, saber que probablemente encontraría a su verdadera familia debía ser algo fuerte y luego enterarse que fallecieron sería mucho peor. Karina sabía que la pasaría mal. -Un poco ansiosa y a la vez feliz, si es que llego a ser esa niña, quiere decir que conoceré a mis padres, pero si no, entenderé que por un momento fue lindo sentirse que si tengo familia y que si me buscaron. Karina no se atrevía a contradecirla, como decirle que en caso sea la heredera Daurella, los padres de esta fallecieron. -Tranquila, sea cuál sea el resultado, debes enfocarte en sobrellevar la situación, créeme que martirizarte no ayudará. -Si, trataré de hacerlo, gracias Karina. -De nada. -Y dime, ¿cómo encontraste a esa señora y como supiste que yo podía ser esa niña?. -Hace años, la desaparición de Milenne Daurella

HERNÁN Han pasado dos semanas desde que estoy en esta maldita prisión, dónde el único alimento que he conocido han sido pan seco con agua del caño, a veces ni eso porque el estar siempre en la celda sin hacer nada más, enfurece al director de la prisión y me castiga. Las veces que he comido han sido porque me obligaron a golpes.David se está volviendo un amigo para mí, aunque no me hable, siento que nuestro silencio lo dice todo. Ambos estamos muertos en vida. Pensé que al pasar los días el hablaría Pero nunca lo hace. Su rutina es salir a asearse, desayunar, almorzar y cenar. El tiempo que no hace alguna de esas cosas, está mirando al techo, piensa y piensa, quien sabe en qué. He visto como algunos hombres golpean a los nuevos, a los más débiles, sin embargo a mi no porque me temen pensando que soy igual que David. Los únicos que me han golpeado han sido los oficiales a cargo de nuestra celda cuando me niego a comer y hacer algunas actividades como el resto.Definitivamente no e

La señora Carla preparó té para las 3, cuando Milenne se sintió mejor decidió seguir preguntando por la familia Daurella. —¿Solo tenía a mis padres?, ¿no había más familiares?. —Tu abuelo, pero el está en Europa, cuando tus padres fallecieron no quiso seguir viviendo aquí y se marchó. —Entiendo. Milenne tomó el té y continúo viendo la casa. Era muy grande, no podía creer que de niña vivió ahí. —Tus padres eran dueños de muchas empresas y tenían bastantes propiedades aquí y en el extranjero, así que de hoy en adelante no debes preocuparte de nada más. Milenne solo asintió. No tenía cabeza para más cosas. —Milenne se que no es el momento pero, ¿Dónde estuviste todos estos años?, ¿Qué pasó para que no puedas recordar nada sobre tu vida?. Milenne cayó en cuenta que no le había contado nada a la señora Carla, entendía que debía tener muchas preguntas sin respuestas. Así que empezó a aclarar todo. —Desde hace 10 años, he vivido con la familia Castillo, ellos me acogieron en Daegu

Milenne había estado estresada, de repente de no tener nada, había empezado a tener personas que lo ayudaban hasta a colocarse la ropa. Viviendo en una gran casa que había Sido suyo y de sus difuntos padres. La señora Carla había puesto al mayordomo de la familia Daurella a su disposición quien sería el encargado de sus enseñanzas. El eco de los pasos resonaba en el amplio salón de mármol mientras Milenne caminaba junto al mayordomo principal, quien se encargaba de su formación. Desde temprano, había estado recibiendo instrucciones sobre el porte y las costumbres de la alta sociedad: cómo saludar con la inclinación justa de cabeza sin parecer sumisa, cómo sostener una copa de vino sin que el cristal se empañara, e incluso el modo correcto de sentarse para transmitir elegancia. Milenne lo seguía con paso firme, aunque por dentro aún se sentía fuera de lugar. Había vivido tan tiempo en otro tipo de vida y ahora que tiene que aprender muchas cosas nuevas sentia que vivía una vida

Un murmullo recorrió la sala cuando las puertas dobles se abrieron. Milenne entró con paso firme, escoltada discretamente por dos asistentes. Vestía un traje negro perfectamente entallado, camisa blanca. No llevaba joyas ostentosas, solo un reloj de diseño clásico que parecía hablar de sobriedad y poder. Y unos pendientes pequeños.Su andar era pausado, seguro, cada paso midiendo el tiempo y el espacio. Saludó con una leve inclinación de cabeza, una sonrisa controlada, suficiente para transmitir cercanía sin perder autoridad. Los fotógrafos no dejaban de disparar.Milenne subió al estrado con paso firme. Sus manos estaban frías, pero su mirada, profunda y decidida, recorrió a la multitud con calma.Tomó el micrófono.—Buenas tardes a todos.Su voz, grave y clara, resonó con una seguridad que pocos esperaban de alguien que había vivido tantos años lejos de la vida pública.—Mi nombre es Milenne Daurella. Algunos de ustedes me conocieron cuando era una niña, otros ni siquiera sabían de