Ella se apartó, le dirigió una sonrisa traviesa y volvió tomar su erección entre sus labios, moviendo su lengua, subiendo y bajando con una lentitud insoportablemente agradable, Gonzalo gimió, Clara rozó sus dientes contra su glande y volvió a recibirlo completamente, hasta que lo sintió estremecerse, subiendo las caderas. Sintió algo tibio que invadió su boca, cuando él se desplomó lanzando un gemido ronco, ella lo liberó, le pasó la lengua con satisfacción, y se puso de pie. Admirando como lo había dejado. Jadeando, agitado, con el sudor corriendo por sus sienes y frente.—Te había dicho que eres fantástica —susurró él, todavía con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados.Clara rodeó el sillón y, cuando iba a desatar sus manos, vió que la corbata estaba en el suelo.—Has hecho trampa —le reclamó, y giró su silla de golpe, para luego sentarse en su regazo.—Puede hacerlo, sí, pero no, me estaba gustando demasiado, jamás arruinaría un momento como ese. —La abrazó—. Creo que ah
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