El bar de la esquina, con sus mesas de madera gastadas y su bullicio constante, era el refugio perfecto para una charla sin filtros. Clara llegó unos minutos antes de lo previsto y pidió una caña mientras esperaba a Paula y Martina. Necesitaba prepararse mentalmente para el inevitable interrogatorio que sabía que vendría. Apenas se sentó, vio entrar a sus amigas, ambas cargadas de energía y con miradas que prometían diseccionar cada detalle de su vida.

—Tía, no puedes imaginar el caos que ha sido mi mañana —soltó Paula al dejar su bolso sobre la mesa—. Estuve recorriendo toda la ciudad viendo locales para la pastelería, mi padre se ofreció a darme un préstamo para comenzar. Estoy tan feliz. Pero nada tan emocionante como tu vida ahora mismo, claro. ¡Cuéntanoslo todo!

Martina, más comedida, pero igualmente curiosa, se sentó frente a Clara con una sonrisa pícara.

—Qué alegría, Paula, sabes que cuentas conmigo para ayudarte con tus redes sociales y todo eso. Pero ahora queremos detalles,