Me había citado con Valeria, que formaba parte del círculo social de Leonard y David, y de cierta manera, mi rival en la conquista del hombre que deseaba. Pero necesitaba averiguar algunas cosas y ella era la más indicada. Hija de ricos padres, pero tonta.—Hola, Lyssa, ¿para qué me mandaste a buscar? He de confesarte que esto me ha tomado por sorpresa. Tú nunca has querido juntarte con nuestro grupo —saludó Valeria.—No digas eso, Valeria, ¿trajiste a Carla? —pregunté poniéndome de pie y saludándola al aire.—Sí, después vamos a otro lugar, y como creo que lo que tienes que hablar conmigo no debe ser tan largo, le dije que viniera —contestó Valeria.—¿No te molesta, verdad?—No, no. Está bien. Siéntense, ya les pedí unas bebidas, si no les molesta —dije con amabilidad estudiada.
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197. NUEVAS INFORMACIONES
Leonard arrugó el entrecejo, como si estuviera analizando la posibilidad, aunque todavía daba la impresión de que no quería conceder ese punto. Era evidente que Carla había dado en el blanco, pero él no estaba listo para admitirlo.—Sí, también lo sé —contestó tranquilo. —¿Y que Lyssa los engañó a todos y fue la que organizó todo lo de tu violación, también lo sabes? —pregunté, sintiendo que no teníamos nada para que nos debiera un favor y nos metiera en su agencia. —Sí, lo sé también —contestó con suficiencia y mirando su reloj, una señal de que le estábamos haciendo perder el tiempo.Leonard se enderezó en su asiento, cruzando los brazos frente al pecho. Su expresión cambió, volviéndose más seria, más rígida.—Y nosotras que pensábamos que te veníamos a dar la noticia del año. ¿Estás enterado de todo y no has hecho nada en contra de ellas? —pregunté, algo molesta. —Ya llegará su hora —dijo enigmáticamente.Carla se cruzó de brazos y soltó un bufido apenas audible, pero lo sufic
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199. CONVERSACIÓN CON EL SUEGRO
Me quedé de pie, sintiendo cómo el suelo parecía tambalearse bajo mis pies. Lyssa siempre había estado ahí, rondando como una sombra silenciosa entre mi pasado y el presente. Había compartido momentos importantes con mi hermano David y conmigo, pero ahora esa familiaridad se sentía como algo tan peligroso como un arma apuntada. —¿Qué descubrió usted? —pregunté en voz baja, aunque no estaba seguro de si quería saber la respuesta. Martín avanzó un par de pasos hacia mí, fijándome con una intensidad que me hizo retroceder ligeramente, hasta toparme con el borde del escritorio. —No es lo que descubrí, Leonard, es lo que ella dejó entrever —respondió con una calma tensa—. Esa mujer no está aquí por casualidad. No sé qué busca exactamente ahora, pero estoy seguro de que ni tú ni Clío están a salvo mientras ella esté cerca. Tragué saliva con dificultad. Mi mente comenzó a revisar escenas pasadas, conversaciones y gestos que habían parecido inocentes, pero ahora, bajo el lente de las
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