SalviaEsos últimos días fueron un torbellino de alegría privada mezclada con solemnidad pública. La mañana después de nuestro compromiso, Carlos reunió a su madre y hermana en su estudio. Me quedé a su lado mientras se disculpaba, con la voz áspera por la emoción, por haberlas abandonado durante su dolor compartido.—Aprendí las lecciones equivocadas de él —confesó, sosteniendo las manos de su madre—. Sobre la fuerza, sobre los sentimientos y sobre la familia. Ahora quiero aprender mejores lecciones.Helena se derrumbó entonces, atrayéndolo a sus brazos como si todavía fuera un cachorro. Violeta se unió al abrazo, y yo intenté escabullirme para darles privacidad, pero Carlos atrapó mi mano.—Quédate —me dijo suavemente—. Tú también eres parte de la familia.Más tarde ese día, se dirigió a la manada sobre su ausencia en el memorial. De pie ante ellos, mostró una vulnerabilidad que nunca le había visto exhibir públicamente.—Un Rey que no puede enfrentar su propio dolor —declaró—, no pu
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