C41- VOLVERÉ ANTES DE QUE TE DES CUENTA.El sol caía fuerte sobre el invernadero de la mansión, pero a Lucy parecía no importarle. Llevaba un vestido floreado, ligero, que se movía mientras regaba las orquídeas con una regadera metálica. El cabello estaba despeinado en una coleta floja, que dejaba caer unos mechones rebeldes sobre su rostro sudado.Eros, que había preguntado por ella, se detuvo en seco en el marco de la puerta de cristal y se quedó ahí, observándola.La recorrió con la mirada, desde los pies descalzos hasta las caderas que se movían apenas con cada paso, luego siguió la curva de su cintura, su espalda arqueada al inclinarse... hasta su cuello brillando por el sudor y ese rostro sereno, tan jodidamente limpio en medio de tanta mierda.Ella era diferente.No como las otras mujeres que conoció en su mundo. Lucy no pedía nada, no exigía atención, no jugaba. Estaba seguro de que ni siquiera sabía lo mucho que lo provocaba.Y por un segundo, sin saber por qué, la imaginó co

C43- ACOSADOR.Camille cruzó la puerta principal con paso lento, como si la mansión de Stefan fuera un error del que no podría volver. La puerta se cerró detrás de ella con un sonido seco, y sus ojos recorrieron un salón elegante y sobrio. Techos altos, columnas de mármol oscuro, un par de estatuas griegas vigilando el espacio con rostros serenos y cuerpos perfectos. Todo era caro y… algo masculino.Camille se quedó de pie, sin saber a dónde mirar.—¿Vives aquí solo? —preguntó.—Ahora no —respondió Stefan desde más adentro, sin girarse. Y sonreía, como si disfrutara verla fuera de lugar.Ella tragó saliva y volvió a mirar las estatuas.Le temblaban los dedos y quiso mantenerse firme, pero el ambiente la envolvía, y él... él tenía una manera de no dejarle espacio para respirar. Un segundo después, lo sintió cerca y su aliento la hizo sobresaltar.—Esa —dijo, mientras señalaba con la mirada la estatua a su derecha— es Dánae, atrapada entre el miedo y la fascinación... pero Zeus no la de

C45- COINCIDENCIA.Galería d’Orsay, París.Lucy se detuvo frente a una serie de cuadros colgados en una pared de mármol claro. Las pinceladas densas y el contraste de colores de las obras de Lucio Fontana parecían reclamar su atención, aunque aún no se decidía por ninguno. Detrás de ella, dos hombres fornidos con trajes oscuros la seguían a distancia prudente.No hablaban, no se movían más de lo necesario. Solo observaban y vigilaban.No hacía ni una semana que había mencionado, casi sin intención, lo mucho que odiaba la decoración del salón principal de la mansión de Eros. Y él, sin pensarlo demasiado, le había tendido su tarjeta negra con ese tono grave que usaba cuando no aceptaba un no:—Redecóralo como te dé la gana. Lo que sea, conejita.Ella había intentado negarse, pero él la convenció. Sabía hacerlo y por eso ahora estaba ahí.—Esta obra es de 1965 —explicó una vendedora rubia, joven, con acento francés marcado mientras señalaba una de las piezas de Fontana—. Es un corte orig

C47- LOS QUE ME DESAFÍAN.—¿Seducir a alguien?Eros no respondió de inmediato. Caminó hacia el bar, se sirvió otro trago y lo bebió con calma. Luego se giró y la miró sin expresión.—Tú siempre has tenido facilidad para meterte en la cama de cualquier hombre que te interese. No me digas que esto será diferente.Támara se quedó inmóvil por un segundo. El golpe fue directo. Humillante. Sus labios se apretaron apenas, pero no dejó que él lo notara. Sabía cómo jugar con Eros, lo conocía bien. Pero esa frase… esa frase se le clavó.«¿Así me ve? ¿Como una zorra a la que puede encargarle trabajos sucios?»No dijo nada y se mantuvo erguida, tragando la rabia. Eros volvió a llenar el vaso, sin mirarla.—El hombre que vas a seducir es un médico. Está en Marsella, en el hospital Saint-Pierre. Vas a ir hasta allá y te harás pasar por su asistente. Y cuando lo tengas comiendo de tu mano, me lo traes. Yo me encargo del resto.Támara frunció ligeramente el ceño.—¿Y se puede saber de qué va todo est

C49-TÚ LO VALES.Camille empujó la puerta de la mansión con el agua aun resbalando por su ropa. Stefan estaba de pie junto a la chimenea, con la copa de whisky a medio terminar y al verla, los nudillos blancos alrededor del vaso se relajaron un poco.Había enviado a dos de sus hombres a seguirla. Les pidió que no se acercaran, que solo que la vigilaran desde lejos. Quería saber si iba a una estación de policía, si iba a traicionarlo.Pero no.Ella fue a una clínica mental y esa parte lo desconcertó, así que la llamo y estado al no obtener respuesta, la preocupación lo sobrepaso.Y ahora estaba ahí, visiblemente destruida.—¿Por qué no contestabas? —soltó, sin poder evitar el tono áspero—. ¿Y qué carajos hacías en una clínica mental?Camille se detuvo en seco.—¿Me estás siguiendo?—No. Te estoy cuidando, que es diferente.Ella soltó un sonido entre risa y desprecio.—¿Cuidando? No yo más bien lo llamaría control, ¿Qué pensaste que te delataría? ¿Eso era?—al ver la mirada avergonzada d