Todos los capítulos de Venganza de la Luna traicionada:¡Despertada por mi cachorro!: Capítulo 51 - Capítulo 60
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51. Está noche es nuestra (parte 1)
La noche había caído con una suavidad engañosa, como si ignorara deliberadamente el torbellino de emociones que recorrían el pecho de Damián. Pese a la intensidad del día, a los votos pronunciados y a las miradas cargadas de significado que habían compartido en la ceremonia, aún quedaba algo pendiente. Una conversación, una verdad, una herida sin cerrar. Y aunque sabía que debía enfrentarla, por ahora decidió dejarla en pausa. Esa era su noche, su primer momento a solas con Abigail… y no quería que el peso del pasado empañara lo que estaba comenzando a construir con ella.La habitación, apenas iluminada por la tenue luz de unas velas, parecía respirar con ellos. Las sombras danzaban sobre las paredes al ritmo del viento que se colaba por la ventana entreabierta, como si también esperaran en silencio lo que iba a ocurrir. Abigail, envuelta en la delicadeza de su atuendo nupcial, se acercó lentamente. Su mirada —antes temerosa, llena de dudas— parecía ahora más firme, más abierta, como
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52. Está noche es nuestra (parte 2)
—Oh joder…— gruñó él contra su pecho cuando la pudo ver encima suyo, por un momento llevando las manos a sus nalgas para ayudarla y seguirla en sus movimientos, mientras enterraba el rostro en sus senos, mordiendo, succionando, lamiendo, sin querer dejar ni un espacio sin marcar o probar. —Te amo .. también te amo, te deseo, te necesito.— reconoció ella dejando los senos contra su rostro, llevando los dedos a su cabello y manteniéndolo contra ellos, para que siguiera entretenido en ellos. mientras se alzaba y dejaba caer por su erección en busca de su propio placer, poseída por lo que le hacía sentir, esa boca en sus pechos, esa sensación de unión desde sus genitales. —Me vas a volver loco de verdad…—murmuró Damián antes de atrapar unos de sus pezones con los labios mientras tiraba de este, succionando al final hasta soltarlo, repitiendo la acción con el otro, sin poder evitar clavar los dedos en su trasero. —Hazlo… vuélvete loco por mí —exigió Abigail entre gemidos, mientras se apo
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53. No es nada personal, cariño.
La noche avanzaba con un silencio espeso, casi engañoso, cargado de sombras que parecían guardar secretos. Mientras Damián y Abigail se perdían en la intimidad ardiente de su noche de bodas, el resto del palacio dormía envuelto en una falsa calma tras la celebración. Pero no todos estaban felices.Evelyn recorría los pasillos del ala norte, sus tacones tintineaban sobre la piedra pulida al caminar. El vestido rojo que llevaba parecía una extensión de su rabia; vibrante, venenoso, despiadado.—¡Era mío! — escupió entre dientes, apretando los puños— Esa maldita poción debía haberlo atado a mí. ¡Debía haberme deseado como antes, con desesperación, con hambre! Pero no... no, ese mocoso lo arruinó todo. ¡Ese bastardo malnacido!Su voz era apenas un susurro cargado de veneno, pero su mirada brillaba con una locura creciente. En sus pupilas, el fuego de la venganza ardía sin freno, como si las llamas la quemaran desde dentro. Había esperado, planeado, manipulado cada detalle con precisión q
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54. ¡Rowan… no está en su cama!
Isolde abrió los ojos de golpe, como si una mano invisible la hubiera arrancado de las profundidades del sueño. Su respiración era irregular, jadeante, y un presentimiento oscuro se enroscaba en su estómago como una serpiente despierta.La puerta se abrió de par en par, de forma abrupta.— ¡Mi señora! — la voz de la doncella temblaba por tener que contarles que el cachorro había desaparecido bajo su cuidado — ¡Rowan… no está en su cama!No necesitó escuchar más.El cuerpo de Isolde reaccionó antes que su mente. Se incorporó de un salto, las sábanas resbalaron de su piel como un manto abandonado. Salió corriendo descalza por el pasillo contiguo, con los latidos del corazón golpeándole las sienes como tambores de guerra.— ¡Rowan!¡Mi bebé!— gritó desesperada, no podría vivir jamás en su hijo, él le había salvado la vida en todos los sentidos y para ella era inconcebible una vida sin su cachorro, que algo le había ocurrido no podría perdonarse no haberlo vigilado.Pero el silencio respon
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55. Quiero a mi mamá…
Rowan abrió los ojos con lentitud. La luz que los rodeaba era tenue, teñida de un rojo profundo, como si se encontrara dentro de una cueva bañada por las llamas. A su alrededor, las paredes de piedra no solo eran frías y húmedas, sino que parecían respirar, latir, como si estuvieran vivas. — ¿Dónde estoy...? — murmuró el pequeño con la voz quebrada por el sueño, un sueño en el que su madre gritaba su nombre desesperada — ¿Mamá?— Estás en un lugar seguro — la voz de Evelyn parecía sufrir desde las sombras — Muy, muy lejos de tu mamá.Rowan, la miró confundido. Sus ojos, plateados y brillantes, contrastaban con la penumbra que los rodeaba, como espejos capturando una luz que no existía para poder ver a su secuestradora a pesar de la oscuridad. Se sentó en el colchón de paja en el que había sido dejado, mirando a su alrededor en busca de algo familiar. Su pequeño cuerpo se tensó al notar que no encontraba su peluche. En su lugar, se abrazó a sus piernas, buscando algo que lo reconfort
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56. Es mi hijo...
La luna llena iluminaba el sendero en el bosque, mientras Damián se adelantaba, sin detenerse, sintiendo que cada paso lo acercaba más a su hijo. El crujido de las ramas secas bajo sus botas parecía un susurro en la oscuridad, como si todo el bosque fuese consciente de su desesperación. Abigail, a su lado, luchaba por mantenerse firme. Sabían que no quedaba mucho tiempo; Evelyn tenía a Rowan y por desgracia él sabía de que era capaz esa hembra, cada segundo que pasaba sin encontrarlo los acercaba más a un final trágico para su hijo.—Damián…— murmuró Isolde recordando la forma en que se había expresado de su hijo, como su sangre ¿Y si realmente él ya había descubierto quién era y quería vengarse a través de su hijo?¿Y si Damián estaba implicado en eso? — lo que dijiste antes lo de atentar contra tu sangre…Él no respondió de inmediato, sus ojos estaban fijos en el horizonte, donde la luz de la luna iluminaba los árboles como sombras danzantes. No podía permitirse dudas. No cuando su h
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57. ¡No lo llames así!
La luz azulada seguía iluminando el interior de la cueva, revelando las formas sombrías de las rocas que parecían moverse con vida propia. El aire se volvía más denso a medida que avanzaban, como si una fuerza invisible tratara de oprimirlos. Isolde se adelantó, con el corazón golpeando en su pecho, mientras sus ojos recorrían cada rincón, buscando algo que le indicara el camino para encontrar a su cachorro.De repente, un fuerte crujido retumbó en el aire, y la roca que se había movido comenzó a abrirse lentamente, revelando una entrada más profunda. Isolde dio un paso al frente, ansiosa, pero algo en su interior se revolvía, como si algo estuviera a punto de romperse.—Vamos… —dijo Damián, tendiéndole la mano para adentrarse en ese pasadizo— Nadie va a dañar a nuestro hijo.Nuestro hijo.Cada vez que él lo decía así, algo ardía en sus entrañas. Una mezcla maldita de rabia, culpa… y deseo.El pecho se le apretó, no solo por el terror de perder a su pequeño, sino por la amenaza latent
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58. Recuerdos dolorosos.
A medida que avanzaban, el pasaje se volvía más estrecho. Las paredes de roca rugosa parecían cerrarse a su alrededor como las fauces de una bestia, y el aire se volvía cada vez más denso. La humedad colgaba en el ambiente como un sudario, y con cada paso, la sensación de ser observados crecía, como si los propios muros de la cueva tuvieran ojos que los seguían en silencio.Los susurros se intensificaban. Ya no eran meros ecos del viento, sino palabras incomprensibles, guturales, pronunciadas desde el fondo de la tierra. Parecían arrastrarse por las piedras, acariciarles los tobillos, erizarles la piel.Isolde apretó con más fuerza la mano de Damián. Su respiración se volvía irregular, no solo por el miedo, sino por una punzada de ansiedad que nacía desde lo más profundo de su pecho. Un presentimiento oscuro, como si el camino que seguían no los condujera únicamente hasta su hijo… sino hasta algo más. Hasta ellos mismos. Hasta una verdad que tal vez no querían enfrentar.— Damián… — s
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59. Qué este nada más conmovedora.
—¡Isolde, espera! —gritaba Damián corriendo tras ella.Pero ella no se detuvo. El dolor de sus recuerdos aún le desgarraba el pecho. Cinco años habían pasado, y todavía dolía darse cuenta de cuánto lo amaba, de lo estúpida que había sido al alejarse. Pero ahora no había tiempo para lamentos. Su instinto de madre gritaba más fuerte que cualquier herida, su hijo estaba cerca, y debía encontrarlo.El destello plateado revoloteaba, moviéndose con inteligencia, con la intención de hacerse ver para que lo siguieran.—No puedo perderla de vista. ¡La luz nos está guiando! —exclamó Isolde sin mirar atrás.Damián la vio doblar por un estrecho recoveco en la roca. Apretó los dientes y aceleró el paso, esquivando estalactitas y raíces colgantes que parecían querer detenerlo.—¡Isolde! ¡Detente, podría ser una trampa!Pero ella ya no escuchaba. O no quería escuchar. Porque en lo más profundo de su ser, sabía que ese era el único modo de llegar a su cachorro.Siguieron descendiendo. La cueva se es
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60. Yo te vi morir...
Evelyn retrocedió unos pasos, la expresión de horror en su rostro era tan evidente que por un instante Isolde pensó que podría romperse. La mirada de la mujer era desconcertante, incapaz de procesar lo que sus ojos acababan de ver. ¿Era realmente ella? ¿Era Abigail? ¿Cómo podía ser posible?— No... esto... no puede ser. — murmuró Evelyn, llevándose una mano al pecho, como si le costara respirar, como si un peso invisible la aplastara — Yo te vi morir... yo... te vi caer, yo misma hice que te lanzaran a un acantilado cuando ya no respirabas.Isolde mantuvo la mirada firme, sin mover un músculo. La luz plateada que emanaba de su hijo iluminaba la sala, pero sus ojos estaban clavados en Evelyn, que temblaba, luchando por encontrar sentido en todo aquello. Ella no entendía, pero lo haría pronto.— ¿Te creíste que iba a ser tan fácil? — La voz de Isolde resonó, cortante, llena de furia contenida. Evelyn no iba a ganarse su compasión ni su perdón. — ¿De verdad pensaste que me moriría tan fá
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