Todos los capítulos de Mi cruel esposo: Cayendo en su trampa: Capítulo 91 - Capítulo 97
97 chapters
Capítulo 91: El pasado de Erika.
Mis pies dejaron de moverse a mitad del pasillo, Derek hizo el ademán de jalarme, pero me permitió quedarme en mi lugar.―Siempre creí que no me amaban, pero resulta que ni siquiera se amaban entre ellos ―dije a la nada, sintiendo que me quitaba un peso de encima.Tal vez ahora no me interesaban, sin embargo, en mi juventud, en mi época de inocencia donde buscaba la aprobación de los demás, si me importaba, que hasta lloraba en las noches, suplicando a Dios que mis padres me amarán. Solo deseaba despertarme un día, ir a la cocina y encontrarme a mi madre haciéndome el desayuno mientras me preguntaba cómo dormí, comer todos juntos en la mesa y platicarle a mi padre como me estaba yendo en la escuela.Quería esa vida familiar que vendían en las películas, las hacían parecer monótonas y aburridas. Suplicaba aburrirme de esa forma todos los días.Leer más
Capítulo 92: Dulce recuerdo.
Recuerdo ese día con satisfacción. Fue la primera vez que me sentí libre y ligera, a pesar que esa decisión me llevó a sufrir situaciones difíciles.―Estaba muy molesta, le pedí a mis padres que dijeran la verdad y se rieron en mi cara. Salieron a cenar, burlándose porque estaba llorando. Una vez que se fueron, destruí todo. Cada objeto que fue robado a lo largo de los años, lo destruí, lo rompí, lo quemé. ¡Todo! No se salvó el plástico, el metal, la cerámica, el oro, nada. Iba a incendiar la casa, lastimosamente, no tenía gasolina. Sin contar, que mis padres me encontraron en medio del desastre... Reviví ese momento en mi mente. Recuerdo el sabor de la ira y de la impotencia siendo liberadas al arruinar cada objeto que robaron. Lo que era de plástico, lo destrocé, lo que era de vidrio lo rompí, el papel lo piqu&
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Capítulo 93: Condición irrevocable.
―¿Así nada más?Asintió con la cabeza.―¿No te molesta? Pensé que los querías ver arrodillados, pidiendo clemencia y besándote los pies.―Vaya, ¿me lees la mente, mujer? Acabas de describir mis planes malignos ―Me ofreció una sonrisa arrogante.―Derek ―Lo reprendí.―Son tus padres, tus traumas. Tú decides que es lo mejor para ti y que te traerá más tranquilidad en el futuro. Sí quieres encarcelarlos, eso haremos. Eso si, tengo una condición ―dijo con malicia.―¿Cual?Si a él no les gustaba mis “peros” yo sé que a mí no me gustaban sus “condiciones”.―No los denunciaremos hoy. Dejemos pasar unos días, los haré sufrir un poquito y después, los entregaremos a la policía. El vídeo de la cámara de seguridad, el adorno destrozado y
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Capítulo 94: doctora fuera de control
La piel de me erizó y las piernas me temblaban. El sonido del metal a máxima velocidad retumbaba en mi tímpano.Cerré los ojos con fuerza.La sierra atravesó el yeso con facilidad. Mi brazo entero vibraba a la par de la sierra.Los minutos pasaban y no sentía dolor alguno. Eso significaba dos opciones:Uno: La sierra no me había tocado en lo más mínimo.Dos: La sierra me había arrancado el antebrazo junto a todos sus nervios y por eso no sentía nada.Abrí un ojo, presa del pánico.Mi brazo estaba en su lugar, en una pieza. Vi el momento exacto en que el yeso se derrumbó y dejó a la vista un brazo pálido con una cicatriz que viajaba a lo largo del antebrazo. Aún se encontraba algo rojiza.―Muy bien, ahora retiraremos los puntos ―dijo la doctora Arias con verdadero entusiasmo.Por petición mía, cambiamos de clínica. No me sentía segura volviendo a la clínica donde el señor Martín me tenía ubicada. Derek le daba completamente lo mismo si el prestamista se aparecía con un arma, siempre mu
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Capítulo 95: Abstinencia
―Sí, así es. Esta sierra está diseñada para cortar texturas semejantes al yeso. Gracias a la velocidad y el material, no hay riesgo alguno para los pacientes.―¿Y no pensó en demostrarlo cuando estaba temblando de miedo mientras pasaba esa sierra por mi brazo? ―repliqué.Lo pensó unos segundos, mirando el techo.―No lo pensé en su momento ―Se rascó la barbilla―. En fin, le escribiré la receta ―Rodeó su escritorio y se sentó en su silla. Se puso a escribir unos jeroglíficos que no eran entendible para el ojo humano―. Okey. Esta es para la crema, esta es sobre su alimentación y estas son sus vitaminas.Tomé las recetas con rapidez antes que lo hiciera Derek, que ya tenía la mano estirada.Las leí. Mejor dicho, lo intenté. No distinguía bien lo que decía, pero tenía algo por seguro, faltaba unos medicamentos muy importantes.―No me recetó analgésicos.La doctora se enderezó y respiró profundo, como si estuviese a punto de tener la conversación más difícil de su vida.―A partir de ahora p
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Capítulo 96: Vivir con dolor.
Caminé a paso veloz, negándome a compartir oxígeno con él. ―Erika, Erika ―gritó, siguiéndome―. Por ese camino no está la salida. Consideré sus palabras, pero no iba hacerle caso y dar media vuelta, porque el orgullo no me lo permitía. Abrí la primera puerta que encontré y me detuve en seco. Un doctor estaba atendiendo a un paciente. Y por lo que dejaban a la vista, algo me decía que el doctor era un urólogo. Derek apareció detrás de mí, y nuevamente, me cubrió los ojos, sacándome de ahí. ―¿Qué carajos haces viendo eso? Quité su mano de mi campo de visión. ―Lo dices como si yo supiera que había del otro lado de la puerta ―Arrugué la frente. ―De igual manera ―La parte irracional de Derek estaba comenzando a tomar el control y no podía permitirlo, yo era quien estaba peleando con él, no él conmigo. ―¿Piensas que soy una drogadicta? ―Lo confronté, necesitaba preguntarlo directamente, porque sentí que tanto la doctora como él, me veían de esa forma. ―No, no lo eres. Pero todos s
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Capítulo 97: Secuaz del señor Martín.
Las palabras se me atoraron en la garganta. El hombre me miró con una sonrisa despampanante. Era el mismo hombre de la habitación de tortura, el empleado del señor Martín. Y el mismo hombre que me fracturó el dedo. ―Mira a quien tenemos por aquí. ¡Qué sorpresa! ―Me tomó de la muñeca y solté un chillido ahogado.Pensé que me la rompería. No podía verlo sin pensar en su persona sobre mí, rompiendo mi dedo, amenazando con cortarlo. Tenía sujeta la misma extremidad que acababa de ser curada. ―Divarios ―susurré. Pese a la sonrisa cálida que me ofrecía, sus ojos carecían de vida, como si su alma hubiera abandonado su cuerpo hace muchos años y solo fuera un cascarón vacío cuya única misión era cumplir órdenes. ―Vaya, te acuerdas de mí. «Creo que nunca podré olvidarte, lastimosamente». Traté de zafarme de su agarre, pero fue inútil. Levantó mi brazo, observando la cicatriz rosácea que adornaba mi antebrazo. Pasó la yema de sus dedos y sentí un escalofrío, como si millones de agujas se
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