Valeria Hay algo en esta casa que no encaja. No me refiero a la frialdad de sus paredes de mármol, ni al silencio espeso que se cuela por los ventanales como si se escondiera algo en cada sombra. Es otra cosa. Un murmullo detrás de las puertas cerradas. Una presencia que se siente… antigua.Desde que llegué, he aprendido a convivir con los espacios que Adrián habita a medias. La cocina, su despacho, nuestra habitación con camas separadas —por supuesto— y ese largo pasillo que lleva al ala oeste, que siempre permanece cerrada con llave. Hasta hoy.Esta mañana, una de las mucamas olvidó cerrar la puerta del ala oeste al salir con una cubeta. Y sí, lo pensé. Podría haber seguido mi camino como si nada, continuar c
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