Todos os capítulos do CASADOS POR ERROR. MI DESCONOCIDA ESPOSA: Capítulo 201 - Capítulo 210
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201. LA ENCERRONA
 Maximiliano apretó la mandíbula, cada vez más consciente de la situación. Todavía no estaba seguro de quiénes estaban con él.—¿Están en el club? Muy bien. Ponme un momento con René —pidió, precisando asegurarse de que lo dicho era cierto.Podía escuchar cómo Fenicio llamaba a René, mientras de fondo se colaban fragmentos de música del club, confirmando la ubicación.—Dígame, jefe —se hizo presente la voz de René al otro lado de la llamada.—René, ¿cuántos de mis hombres hay ahí? —preguntó sin apartar la vista de la mirilla que le servía para mantener vigilados a los hombres frente a su puerta.René le confirmó que casi todos estaban allí, excepto el segundo al mando. Satisfecho con la información, pidió que l
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202. MÁS QUE ALIADOS
Coral suspiró y se alejó un poco, como si necesitara espacio para cargar la verdad de sus palabras. —¿Sabes lo que eso significa? —le dijo mientras caminaba hacia el ventanal, subiéndose las mangas de su camisa con ciertos nervios—. Soy muy celosa, posesiva e insegura. Tengo un montón de fobias y problemas que tú apenas conoces, y lo que conoces es solo el comienzo. Sin contar a los enemigos, que no son pocos. ¿De verdad podrás cargar con eso?Maximiliano la observó con la cautela de quien mide cada palabra antes de hablar. Dio un paso decidido hacia ella y respondió:—Thea mu, sabes perfectamente que mi corazón no es libre aún —admitió, con una honestidad que endurecía sus facciones—. Pero me he dado cuenta de algo que no puedo ignorar: no quiero que nadie más te tenga. De solo imaginarlo, algo en mí se descontrola.
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203. LA REUNIÓN FAMILIAR
Mientras en la casa del doctor Rossi todos estaban sentados alrededor de la mesa, disfrutando de la comida y conversando entre ellos, el ambiente se llenaba de un bullicio agradable y familiar. Sin embargo, el aire pareció romperse cuando, de repente, apareció en el umbral de la puerta una figura imponente. Giovanni Garibaldi, el padre de Gerónimo, hizo acto de presencia con su porte altivo y un halo de autoridad que cubría toda la sala. Tan pronto como su figura se hizo visible, el salón cayó en un sepulcral silencio. —¡Gerónimo! —exclamó aliviado en cuanto su mirada se posó en su hijo. No tardó en desviar la vista hacia Cristal, la esposa de su hijo, con una expresión difícil de descifrar.Rosa, que había entrado rápidamente detrás de él, no pudo contener un grito de asombro al notar la presencia de Cristal.—¡Cristal&he
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204. EL PROBLEMA DE GUIDO
Él intentó articular una respuesta, pero las palabras se le atascaban en la garganta. Coral, con los ojos entrecerrados y la mandíbula tensa, no parecía dispuesta a darle espacio para explicarse. Maximiliano sabía que no habría escapatoria; como una tormenta, ella había llegado al fondo del misterio y estaba decidida a reclamar respuestas.  El aire en la sala se tornó denso, como si ambos estuvieran atrapados en una tormenta silenciosa. Maximiliano alzó la mirada, encontrándose de frente con los ojos furiosos de Coral. Aunque en su serenidad habitual cualquier reto le parecía manejable, esta vez sabía que enfrentarse a esa mirada sería más difícil que cualquier intriga mafiosa que hubiera enfrentado antes. Porque esto, esto era personal.  —Coral… —empezó, intentando elegir sus palabras con cuidado. Los secretos comenzaban a ahogar e
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205. EL DETECTIVE COLOMBO
Cecil observaba a Guido, quien le devolvía la mirada con condescendencia. Conocía demasiado bien a su madre y sabía que ella debía saber todo sobre el niño, y ese era el verdadero motivo por el cual había acusado a sus suegros de robo, obligado a su novia a dejarlo y mentirle.—¿Pero por qué tu mamá va a quitármelo ahora si yo cumplí con todo? —preguntó, mostrándose ingenuo.—¡Porque yo regresé y lo iba a descubrir tarde o temprano, Cecil! —gritó Guido, sin poder contenerse—. ¡Debiste decírmelo en cuanto llegué, para haber protegido a mi hijo y a ti!Guido se interrumpió al ver cómo el auto del detective Colombo doblaba la esquina y le hizo señas para que se acercara.—¿Qué es lo que pasa, Guido? —preguntó Colombo al llegar a su lado, acompañado
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206. LAS PREGUNTAS DE CORAL
Maximiliano miraba a Coral, furiosa, y eso le causaba un inexplicable placer. Verla así, con esa mezcla de celos y rabia, lo llenaba de una extraña alegría que no podía controlar. Sonrió mientras se acercaba lentamente a ella, ignorando completamente la expresión de enojo dibujada en su rostro.—¡Habla claro, gatito, ahora mismo, o esto que acaba de empezar entre nosotros se rompe aquí y ahora! —lo amenazó Coral, alzando la voz con furia.—¿Estás celosa, Thea mu? —preguntó Maximiliano con una sonrisa provocadora.—¿Quién está celosa? ¡Lo que no me gusta es que me engañen! —respondió ella, sosteniéndole la mirada con desafío.Maximiliano continuó acercándose a ella, sin borrar la sonrisa de su rostro y manteniendo sus ojos fijos en los de Coral. La encontraba preciosa, incluso en
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207. EL ENCUENTRO CON LA SUEGRA
En casa del doctor Rossi, el ambiente era alegre y festivo; todos reían y disfrutaban de la compañía. Cristal, atenta como siempre, se ofreció a buscar el té que Elvira había sugerido para Gerónimo. Mientras se dirigía a la cocina, de repente sintió una mano fuerte que la atrapó con brusquedad, tirando de ella sin darle tiempo de reaccionar. Intentó soltarse, pero el agarre era demasiado firme. Al voltear para ver quién era, sus ojos se encontraron con los de su suegra, Rosa, quien, sin decir una sola palabra, la arrastró sin miramientos hasta el invernadero. Al llegar, la soltó con tal fuerza que Cristal dio un pequeño tropiezo, recuperando el equilibrio rápidamente.—¿Qué haces aquí, desvergonzada? —preguntó Rosa, con los ojos enrojecidos de furia y su tono mostrando un desprecio que le llenaba la voz.Cristal mantuvo la
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208. LA AYUDA A CRISTAL
Cristal inspeccionaba una y otra vez la prueba de paternidad que su suegra, Rosa, le había entregado. Las lágrimas se amontonaban en sus ojos, pero ella las apartaba con un brusco movimiento de su mano. No, no iba a caer tan fácilmente. Esta debía ser otra de las tretas de esa terrible mujer que, desafortunadamente, era su suegra, se repetía en su mente. La voz de Oliver, quien había observado todo desde un rincón del invernadero, la sacó de su ensoñación.—No le creas —dijo él con un tono firme.Cristal dio un pequeño salto, asustada, dejando caer la hoja al suelo. Se giró lentamente mientras se seguía limpiando el rostro, hasta quedar frente al diseñador Oliver. Este se agachó, recogió la hoja y la leyó sin prisa.—No hagas caso a nada que ella te diga —declaró con determinación—. Confía en G
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209.  TODOS APOYAN A CRISTAL
El ambiente, cargado de tensiones apenas latentes, quedó en pausa, como si todos estuvieran esperando el próximo movimiento. Pero, en ese momento exacto, era evidente que lo único que importaba a Cristal y Gerónimo era la proximidad de sus miradas. Nadie más existía en la terraza: ni Rosa, ni sus intrigas veladas. Allí estaban ellos, unidos, sólidos, formando un frente que parecía inquebrantable.—No es nada, cariño, solo me preocupé un poco. Oli, quiero que le hagas el vestido de novia más espectacular que puedas para nuestra boda en la iglesia —dijo Gerónimo de pronto, alzando la voz.—¡Amor! —exclamó Cristal emocionada, mirando cómo Rosa se acercaba y preguntaba:—¿Qué boda, Gerónimo?—¡Su boda, Rosa! —respondió la voz de Giovanni—. Y no te preocupes, Gerónimo, yo corre
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210. LA EMERGENCIA DEL BEBÉ
Por otro lado, la señora Stavri llamó a su hijo Maximiliano con urgencia, pues el bebé, después de bañarlo, comenzó a ponerse azul, no podía respirar bien y no dejaba de toser. La voz temblorosa de su madre alarmó de inmediato a Maximiliano, quien salió apresurado hacia la casa acompañado de Coral.—¿Qué tiene, mamá? —preguntó, claramente angustiado al entrar y encontrarla abrazando al pequeño.—No lo sé, hijo. Solo lo bañé y luego comenzó a toser así —respondió Stavri mientras acunaba al niño en sus brazos, sin poder ocultar su miedo—. Se está ahogando… necesitamos llevarlo al doctor.Maximiliano se pasó las manos por el cabello en un gesto de frustración al mirar por la ventana, consciente de la peligrosa situación que los rodeaba.—Es muy
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