—Maltrato psicológico, humillaciones verbales, tratándome como una sirvienta a quien puedes ordenar y exigir a tu antojo.—Me he rebajado lo suficiente. Ante ti, hasta mi dignidad más básica ha sido pisoteada. Y aun así te parecía poco; directamente quisiste verme muerta.Escuchando estas palabras frías y glaciales de Marisela, Lorenzo murmuró en su defensa:—No, no es cierto, nunca pensé eso...—¿Con qué cara dices eso? Ah, claro, siempre has sido un arrogante. Solo escuchas y crees lo que te conviene. Incluso si me mataras, dirías que fue suicidio —replicó Marisela con sarcasmo.—¡No es verdad! ¡Nunca quise hacerte daño! —exclamó Lorenzo.—Si te refieres a cuando te empujé y te fracturaste, te pido disculpas. Podemos hablar de todo. En adelante no necesitaré que laves mi ropa ni cocines, solo estarás en casa...—¿Crees que todavía me interesa volver? —lo interrumpió Marisela con frialdad.Al escuchar esto, Lorenzo comenzó a sentir pánico. Marisela no volvería, ni siquiera le interesab
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