Al oír esto, Marisela giró la cabeza y respondió:—Lo siento, Matías. Te explicaré todo más tarde.En ese momento, Eduardo observó al joven junto a Marisela, con el rostro lleno de moretones, y preguntó frunciendo el ceño:—¿Esto te lo hizo... Lorenzo?Matías miró al anciano, asintió y lo saludó con respeto:—Buenas noches, señor Cárdenas. Me llamo Matías. Nos conocimos brevemente durante las competencias en la Universidad Nacional, donde usted era jurado patrocinador.Eduardo examinó al joven, encontrándolo vagamente familiar:—Te recuerdo, eras un muchacho muy talentoso.—Lamento que mi nieto te haya agredido. Cualquier compensación económica u otro tipo de reparación, no dudes en pedirla.—No se preocupe, todo fue un malentendido. La seguridad llegó a tiempo y no sufrí heridas graves —respondió Matías—. Además, firmaré un documento de conciliación, no tiene que preocuparse.Eduardo observó al joven con mayor atención y comenzó a caminar hacia la sala de interrogatorios para sacar a
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