Bianca llamó a Bruno, y un empleado la condujo rápidamente al segundo nivel del sótano, donde abrieron una puerta sellada. Cuando la puerta se abrió, Bianca quedó atónita con lo que vio.La habitación rebosaba de extravagancia. El humo de los puros llenaba el aire mientras varios hombres fumaban sin pudor, y bailarinas ejecutaban rutinas provocativas. Bruno, con una mujer sentada a su lado y la camisa desabotonada, la apartó rápidamente al ver entrar a Bianca.—Señorita Scott, acompáñenos —la invitó con una sonrisa.Bianca apretó los puños mientras caminaba hacia él. No podía darse el lujo de retroceder ahora que había llegado tan lejos.—Señor Foster —dijo, deteniéndose frente a él.Bruno tomó una copa, rozando deliberadamente su mano con la suya, y sonrió con picardía.Bianca, vestida con un equilibrio entre lo profesional y lo seductor, sintió su mirada clavarse en ella como si quisiera despojarla de cada capa y ver lo que había debajo.Incómoda bajo su escrutinio, Bianca se apre
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