La tensión en la mansión era palpable. Francisca, al ser ignorada deliberadamente por su hijo, sintió la frustración apoderarse de ella, por lo que gimió de dolor de repente.— Oh, no me siento bien — murmuró, cayendo al suelo y fingiendo dolor en su pecho —. Gabriel, mi muchacho.— Madre, ¿estás bien? ¿Qué tienes? — preguntó Gabriel, su voz cargada de preocupación.— Solo un poco de cansancio, hijo — respondió Francisca, tomando su mano con suavidad.Gabriel inmediatamente la levanto y acostó en el sofá. La escena había sido un espectáculo, y aunque Gabriel se preocupaba por su madre, no podía ignorar el juego que estaba en marcha. Con un grito, había ordenado que llamaran al médico, mientras Francisca insistía en que solo era cansancio.— ¿Dónde mierda está el médico? — gritó.— En camino, señor — respondió Ben.— Hijo, estoy bien. No necesitas hacer tanto drama por mí — dijo su madre, tomando su mano.Violet, que había estado observando desde un rincón, extendió la mano sobre la de
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